En este país, el racismo ha sido el ADN de nuestros períodos más oscuros y, a pesar de los esfuerzos realizados por muchas personas a lo largo de distintas generaciones, se ha mantenido en nuestras instituciones. Ante esta realidad, la labor de los académicos que estudian nuestro pasado es fundamental para entender por qué estamos como estamos y cómo podemos cambiar las condiciones que hacen que el racismo continúe siendo hoy tan corrosivo para la sociedad como lo fue en décadas pasadas.
En muchos casos, las manifestaciones del racismo son evidentes. Podemos notar las disparidades raciales que existen entre nuestros colegios privados y nuestras escuelas públicas, entre lo urbano y lo rural, entre nuestros condominios y barrios, entre quienes usamos automóvil y quienes nos transportamos en camioneta, entre quienes vamos a hospitales privados y quienes utilizamos hospitales públicos, en quien nos atiende en un café o limpia los hogares de miles de familias acomodadas guatemaltecas. Los efectos del racismo están presentes en todos lados.
Sin embargo, el racismo también se manifiesta en otras formas menos evidentes pero igualmente peligrosas y corrosivas para la sociedad. Si ponemos atención, podemos observar los efectos del racismo en los anuncios de publicidad, en las noticias de crímenes contra civiles, en el impacto del desarrollo social y humano demostrado por las estadísticas. En el campo de estudio de los impactos de/en la globalización en/por el racismo, siempre entendemos que cada región debe estudiarse y problematizarse por las particulares integraciones sociales, económicas, políticas e históricas que la hacen ser de una u otra manera en el momento histórico particular de estudio.
Para entender el racismo que nos amenaza es fundamental que tengamos muy claro qué implica el racismo estructural, así como la herencia y las externalidades negativas que ha tenido la discriminación racial en nuestro país y en grupos cercanos de influencia.
El racismo estructural se define como la normalización y legitimación de políticas públicas, prácticas cotidianas y actividades diarias que se acumulan y producen resultados adversos de forma crónica para un grupo específico de una población debido a su color, origen, cultura, vestimenta u otras características. El racismo es estructural principalmente porque se convirtió en instrumento para el establecimiento o la ausencia de sistemas de justicia, de educación y de salud que benefician o excluyen a un grupo de la sociedad en detrimento de otro. De forma privada, el racismo estructural se ha convertido en instrumento para la segregación de la sociedad en grupos y zonas, en clubes o asociaciones, en entornos y microcosmos en los cuales el acceso está restringido de forma no tácita para uno o varios grupos de la sociedad que por motivos raciales no son aceptados como iguales.
En Guatemala, como en el resto del mundo, discriminar es parte de nuestra naturaleza. Sin embargo, el uso de la razón nos permite entender que hay que promover la educación y la ruptura del sistema estructural de racismo en que vivimos, para lo cual debemos cambiar las relaciones de intercambio existentes. Ante esto, el Gobierno tiene la responsabilidad de implementar acciones para contrarrestar y reducir la discriminación racial por la cual Guatemala continúa con altos índices de pobreza, analfabetismo, enfermedades, desnutrición y empleo informal, entre otros, que son mayores en algunos grupos étnicos de la población. Estas condiciones de marginalización racial son estructurales, y su normalización continúa dejando a las poblaciones históricamente discriminadas vulnerables a las acciones predatorias de algunos empresarios inescrupulosos que las han utilizado como mano de obra o carnada para sus productos y servicios.
Para darnos cuenta de que el racismo es estructural en Guatemala, debemos entender no solo las particularidades de las desigualdades existentes entre distintos grupos de la población, sino también cómo estas desigualdades se entrelazan, fortalecen y refuerzan unas a otras al punto de que se normalizan actitudes racistas en la conducta diaria. Es necesario que nuestro gobierno estructure políticas públicas de inversión y de compensación de largo alcance que permitan ofrecer igualdad de oportunidades y de trato para todos los guatemaltecos.
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