El ser mujer en nuestra sociedad, es asignar irreflexivamente un potencial rol de madre por el mero hecho de ser mujer, salir de ese canon de normalidad estigmatiza por defecto otras maneras de ser y vivir como mujeres. La maternidad se convierte así en un atributo obligatorio y no en una genuina elección para abrazar el cuidado y el afecto hacia los otros.
Lo anterior ayuda a comprender por qué muchas no tienen esta alternativa de ejercer libremente el derecho a la maternidad en el marco de sus proyectos de vida personal. En Guatemala, la maternidad se pretende no como un derecho sino como una mandato social que juzga a quien reniega del mismo, que tutela la maternidad forzada mientras esta se encuentra en gestación, pero que sin mayor miramiento se olvida y no pocas veces estigmatiza a la madre soltera, y a ese niño o niña que «es de la madre» y de nadie más, esta frecuente maternidad forzada que lejos de celebrarse como el marketing conservador intenta persuadirnos, es en realidad el castigo de la sexualidad de las mujeres.
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Pero el hecho de nacer «mujer» no debería obligar a nadie el «desear» ser madre (y un indicador inquietante es el hecho de que una sociedad se abrogue el derecho de imponer qué debería desear una mujer y que no), y mucho menos, obligar a las mujeres a parir en condiciones como las que brinda Guatemala. Quizá esto haga más claro el por qué el derecho a decidir es la condición fundamental para una maternidad plena y segura.
Según datos de OSAR Guatemala, entre enero y marzo del año en curso se registraron 566 nacimientos en madres con edades entre 10 y 14 años, asimismo, se registró el dato de 18,458 en edades entre 15 y 19 años. ¿Es posible que a esa edad el cuerpo y la psique de una «mujer» esté en condiciones adecuadas para el pleno ejercicio de la maternidad? De nuevo el argumento oculto del castigo a la sexualidad de la mujer pareciera que está detrás a la supuesta celebración de «las dos vidas».
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Los servicios públicos presentan múltiples carencias para contemplar una maternidad digna, plena y segura para las mujeres, empezando por la nula aplicación desde lo público en cuanto a la importancia de un rol compartido dentro de las responsabilidades laborales, económicas, sanitarias y educativas. Para gozar de una maternidad y realmente poderla celebrar, se debe voltear la mirada y la razón hacia otros países ejemplo en la temática, y así, poder replicar modelos de acciones positivas que brinden esos parámetros que velen por el bien común de las personas y de las mujeres al ejercicio de su maternidad. No es lo mismo que un tercero designe a las mujeres la maternidad a que nosotras mismas decidamos sobre la misma a través de condiciones adecuadas que el Estado nos brinda. No es lo mismo que una normativa aborde la maternidad y se rija sesgada por roles de género a otra que se aplique desde la equidad y la igualdad para poder celebrarla.
La maternidad se ejerce desde diversos escenarios y múltiples realidades muy diferentes por lo general que la de quienes pontifican sobre lo que las mujeres deberían desear o no. Es por ello que no es lo mismo desear ser madre y tener las condiciones adecuadas a que la sociedad y el sistema institucional, político y jurídico te lo imponga desde un sesgo tradicional, machista y patriarcal.
Solo podemos celebrar lo que se elige, dedicarnos y entregarnos como seres humanos a lo que elegimos en el marco de nuestra libertad real y material como seres humanos.
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