La cripta de Monseñor Romero bajo la catedral es un espacio amplio, también blanco, pero hoy las columnas que rodean su altar central están decoradas con coloridos tejidos. La gente lleva pequeños ramilletes de palma y rodea, en círculo, el altar, la cripta, y a los sacerdotes que, en el centro, ofician la misa. Hoy se cumplen 33 años del día de 1980 en que fue asesinado el arzobispo de San Salvador, Arnulfo Romero.
El sacerdote no leyó la lectura del evangelio que correspondía ese día...
La cripta de Monseñor Romero bajo la catedral es un espacio amplio, también blanco, pero hoy las columnas que rodean su altar central están decoradas con coloridos tejidos. La gente lleva pequeños ramilletes de palma y rodea, en círculo, el altar, la cripta, y a los sacerdotes que, en el centro, ofician la misa. Hoy se cumplen 33 años del día de 1980 en que fue asesinado el arzobispo de San Salvador, Arnulfo Romero.
El sacerdote no leyó la lectura del evangelio que correspondía ese día. En su lugar ofreció a los fieles el pasaje que relata la pasión de Cristo. En la homilía posterior acaba de dejar bien claro el paralelismo: Romero, como Jesucristo, era un hombre libre, tan libre como para aceptar lo que iba a pasarle y perdonar. Romero hablaba y todo el mundo escuchaba. Como Jesús. El sacerdote dice que las palabras de Monseñor fueron tan fecundas como la del dios de los cristianos.
El calor es asfixiante dentro de la iglesia. Dos señoras con camisetas negras se persignan y abanican repetidamente. Las camisetas negras, o blancas, son abundantes y llevan mensajes con las palabras de Romero. “La voz del pueblo hay que escucharla”, es una de las frases más vestidas. Los niños llevan otra con la foto del sacerdote asesinado que reza “San Romero de América”.
Sobre una de las columnas de la cripta hay un cartel con una foto de Monseñor elevando los brazos, y las palabras que pronunció en misa veinte días antes de ser asesinado: “un pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar; pero un pueblo que se organiza y defiende sus valores, su justicia, es un pueblo que se hace respetar”.
A las puertas de la catedral se agolpan los vendedores. Hay aguas frías y posters, libros y medallas de Monseñor Romero. Hay algo en el ambiente, una mezcla de religión, política, simple curiosidad y merchandising.
Romero no es que sea el Gerardi salvadoreño. Va más allá, es la Virgen de la Guadalupe salvadoreña.
Ver mapa más grande
Más de este autor