William Patrick Corgan, mejor conocido como Billy Corgan, es la antítesis del roquero cool. En 1993 no era ni carismático como Kurt Cobain ni espectacular como Eddie Vedder, y aun así su banda, The Smashing Pumpkins, se convirtió en una de las más exitosas y representativas del rock alternativo. Su fórmula de éxito: siempre hacer lo contrario.
Las paredes de distorsión siguen alrededor mientras las poderosas palabras de la voz nasal permiten que salga el sol. Canta una oda al hoy, al ahora: «Today is the greatest day I’ve ever known».
La disquera, buscando emular éxitos ajenos, contrató como productor a Butch Vig para trabajar con The Smashing Pumpkins en Siamese Dream. Como era de esperarse, Vig siguió la visión de Corgan, y no la de la disquera. Las sesiones de grabación fueron exhaustivas, y Corgan, un tirano con sus compañeros de banda, optó por grabar la mayoría de los instrumentos él mismo.
De un momento a otro las paredes desaparecen. Sonidos acústicos suavizan y calman el ambiente. Hay campanas, hay cuerdas, hay tristeza. Porque al final somos lo que nos hacen: «The killer in me is the killer in you».
Mientras toda una generación de bandas influidas principalmente por el punk trataban de hacer lo cool del momento, motivados por el éxito de Nirvana o de Pearl Jam, creando materiales que regresaban el rock a la sencillez, Corgan optó por un disco sobreproducido, complejo, lleno, con virtuosos solos de guitarra. Completo.
La distorsión vuelve a sumergirnos con tiempos más lentos e intensos. Las emociones están a flor de piel mientras buceamos en un mar de nostalgia: «We’ll try and ease the pain, but somehow we’ll feel the same».
Siamese Dream es un álbum en el que Corgan demostró su potencial como compositor, virtuoso guitarrista (muchas veces subvalorado) y multiinstrumentista. Además, dejó claro que el rock alternativo, más que un género musical de dogmas estilísticos, era una forma de hacer música con libertad creativa y sin seguir tendencias.
El final del sueño se presiente cuando regresan los sonidos acústicos. Y por un momento estamos en el espacio exterior. «And, spaceboy, I’ve missed you, spinning round my head».
Siamese Dream es un álbum muy personal para Billy Corgan, cuyas letras pasan de la ternura al odio, del amor a lo cursi, de la crítica a la fuerza. Un disco que ayudó al cantante a lidiar con la intención de suicidarse, con el dolor de perder el amor, y a entender y asimilar su difícil niñez.
Cuando regresa la distorsión, las paredes empiezan a chorrear color y crean un ambiente psicodélico.
Es un disco hermoso, con momentos de desesperanza, pero también con momentos inspiradores. Una de las grandes obras maestras del rock de los 90, que en días como hoy, en los que el cielo llora y Guatemala se cae a pedazos entre juicios e injusticias, invita a soñar, a saborear la tristeza y a sumergirse a todo volumen.
El sueño termina con una lenta canción de amor. Y cuando el último sonido desaparece, despertamos con ganas de volver a soñar.
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