En la calle, el viento es algo fuera de lo común para alguien acostumbrado a vivir en ese huacal que forman las montañas del valle de Guatemala de la Asunción. Trae polvo y arena y parece que se quiere meter a toda fuerza por entre las costuras de la chaqueta. Si te descuidas -como me pasó a mí- puede que una ráfaga te lance directo al tráfico de la calle.
Luis Posada Carriles, anticomunista, némesis de Fidel Castro, ex agente de la CIA, está siendo juzgado por mentirle a los funcionarios de migración. No por otras cosas de las que se le acusa. No por las acusaciones de haber puesto una bomba en un avión o una serie de atentados en La Habana. No. Está en el banquillo por mentiroso, al menos eso dice la fiscalía.
El lunes escribí mi primera nota, completa y con todas las de la ley desde el Paso. Dos semanas después de haber aterrizado en Estados Unidos. Curiosas coincidencias tiene la vida. Mi primera nota en este país y me toca escribir sobre un funcionario guatemalteco.
Cuando iba entrando a la corte, escucho, así de refilón un “puta vos, fijate que…” y ya no pude oír más. Pero entre la construcción gramatical, el puta delante y el cantadito aflautado me sentí como en el Barista de la Zona 14.
El director de migración de Guatemala, Enrique Degenhart, fue hasta Texas a explicar que a pesar de que los pasaportes en Guatemala los hace una imprenta particular, él puede dar fe de si un pasaporte es o no falso.
Eso de que los pasaportes los haga alguien más que el Gobierno es algo que no lo procesan los gringos. La defensa argumentaba -obviamente llevando agua a su molino- que no era Degenhart sino alguien de La Luz quien debería tener la última palabra.
Al final la juez y la fiscalía terminaron aceptando como un hecho. Como, cuando chico, leí en una revista que hay una tribu en el Amazonas que tiene sus relaciones sexuales en público, pero se esconden para comer. Cosas que pasan en los trópicos, deben haber pensado todos en la corte.
Degenhart no podía parar de sonreír. No sé si por los nervios o por la emoción de estar en un juicio como los que, hasta ahora, yo sólo había visto en las películas.
Cuando le preguntaron si juraba decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, el director de migración guatemalteco contestó con un “I do” y una sonrisa que no le cabía en la cara.
Buen testigo, al punto, claro y conciso a pesar de tener un inglés un poco mejor que rudimentario. (Justo eso deben pensar mis editores de mí. Que vergüenza… tengo que leer más). Eso sí, era el único entre la jueza, el fiscal y la abogada de la defensa que podía pronunciar bien la palabra de-pe-i. DPI, pues. La defensora mejor optó por decirle National ID, a lo que Degenhart interrumpía: DE PE I.
Buen testigo, y sobre todo, aplicado. Llevaba en su maletita una lamparita de luz negra para demostrar que el pasaporte falso de Posada Carriles sí había sido emitido por la dirección de migración. Lo que pasa, dijo, es que si alguien lleva una cédula, hay que darle pasaporte. Y, pues, como las cédulas son o eran tan fáciles de conseguir.
Fue uno de esos días de tensión, de nervios, de estrés pero donde todo va saliendo como se ha planeado, como tiene que salir. Sin sobresaltos.
Por la noche fui a nadar y contrario a lo que esperaba, me aventé una milla, como el domingo. Sí, ahora nado en distancias imperiales.
Mojado, sumergido en esa masa inmensa de líquido, con el agua deslizándose por mi cuerpo fui feliz de cerrar bien mi primer día de trabajo en serio en El Paso.
Mientras, afuera el viento parece que va arrancar los arboles recién florecidos (sí, la primavera ya está amagando). Mientras, afuera lejos, los problemas, las tragedias no parecen tocarme aún. Mientras, afuera, siento el calor de todos quienes me quieren.
J.
8 de marzo de 2011
…es que a veces te da por pensar
que algo te funciona mal
cuando la verdad es que me encuentro bien…
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