Los leo en facebook, en twitter y en columnas de opinión sorprendidísimos de que haya gente así, de que aún haya gente así. Como si el racismo y la discriminación no existieran en Guatemala, como si fueran algo del pasado.
Si en este momento su primer impulso es twittear o postear una severa condena a lo que digo, permitame aclarar que no estoy de acuerdo con Banús. En nada. Está equivocado y no sé si con ignorancia o maldad. Confunde causas y consecuencias de la situación de los indígenas en Guatemala. Les atribuye responsabilidades sobre cosas de las cuales son víctimas e hila su discurso con verdades a medias, estereotipos y falsedades. Todo aderezado con un tono y frases que tienen gusto al más rancio racismo chapín.
Dicho eso, no se si deba prohibírsele hablar. En todo caso la aparición de su columna es verdaderamente útil.
Me explico. Lo que dice el Sr. Banús no es una posición aislada. No es que el hombre sea miembro de un grupo radical anti indígena que busca la eliminación física o la desaparición cultural de los indígenas. Más bien el hombre, digo esto sin conocerlo, suena a que forma parte de un grupo más bien mainstream de chapines que buscaron o por lo menos se hicieron de la vista gorda de las campañas de eliminación física de los indígenas y que se han resistido fervientemente a que ellos aprendan en su idioma y mantengan sus tradiciones."
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Entiendo que acá usted podría decirme que darle voz es normalizar el discurso del racista, admitir que es aceptable pronunciarse así. Y de alguna forma estoy de acuerdo con que dejarlo hablar es darle tribuna a alguien que justifica las abyectas condiciones de vida de la mayoría de la población (es más, culpa de ello a las víctimas). Por otro lado, también hay que decir que si no se les deja hablar cómo vamos a saber cómo piensa la gente como Banús, que dicho sea de paso, quizá no son mayoría pero buena cuota de poder y decisión tienen.
Además, en los casos en que se ha prohibido este tipo de expresiones en otros países, por lo general las prohibiciones van acompañadas de acciones concretas para cambiar las condiciones de exclusión de los sectores oprimidos. Desde acciones afirmativas hasta modificaciones radicales de los contenidos de estudio en las escuelas para que los niños aprendan que pensar como el Sr. Banús es algo inadmisible, que hay que trabajar por la igualdad y que la discriminación es una de las peores ofensas que se pueden hacer a la dignidad humana.
En Guatemala, lo único que se está pidiendo es que no se vea. Que no se vea el racismo, pero que tampoco se vea la exclusión, que no se vean las políticas que mantienen sumidos en la pobreza a grandes sectores de la población, que no se vea que una gran parte de la población urbana, capitalina y de clase media y media alta podría considerar al Sr. Banús como un moderado.
Y es que en el fondo, de alguna forma todos tenemos algo de Sr. Banús. O lo hemos tenido. Algunos más que otros. Todos conocemos a algún Sr. Banús. Algunos se aferran a su condición de Sr. Banús, otros evolucionan hacia posiciones menos racistas.
Yo, por ejemplo, cuando salí de la escuela, antes de trabajar en periodismo, tenía unas ideas que hoy me espantan. Pero a mí me abrazaron mis compañeros de trabajo, mis mentores, mis colegas, las fuentes con las que interactuaba, la realidad del país. Y con todos, hablando y debatiendo me fui dando cuenta de que las cosas no eran como yo pensaba. Que ser el Sr. Banús no era una postura apegada a la realidad, sino algo fundamentado en el miedo al otro y el deseo de justificar el privilegio.
Usted seguro conoce a algún Sr. Banús, abrácelo. Abórdelo en diálogos constructivos, escuche sus puntos de vista y va a poder darse cuenta que muchas veces los Sr. Banús no son malvados, solamente ignorantes.
Quizá usted no lo nota porque solo se relaciona con gente “progre”. Quizá no lee los comentarios en los foros de los diarios, quizá no escucha la radio. Pero, por comparación, el Sr. Banús de hecho podría considerarse como un “moderado” y eso espanta.
O quizá lo que molesta del artículo del Sr. Banús es, además de todo lo que dice, lo poco que han cambiado las cosas desde la firma del acuerdo de identidad y derechos de los pueblos indígenas hace ya más de 15 años. Quizá lo que nos escuece es que luego de más de una década de estar aguantando el aguacero, la gente que piensa como él comienza a salir y no ha cambiado un pelo su forma de pensar. De alguna forma, es culpa de ellos, por no ser más progresistas. Pero también es error de los que buscan el cambio, de no haber conseguido que los cambios se convirtieran en realidades concretas, que de veras se universalizara la educación bilingüe, que haya acceso universal a la justicia en idiomas mayas, entre otras mil cosas. O quizá es que el Sr. Banús es una excepción, no en cómo piensa, sino en que tiene la osadía de decirlo mientras que los otros, los que tienen el poder, aprendieron el discurso para aplacar a la comunidad internacional, a la gente más progresista y a los líderes indígenas, pero sus acciones dicen otra cosa. Y eso, eso de veras espanta.
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