Teníamos planificados talleres de seguridad y otros de razonamiento lógico para niñas y señoritas y para jóvenes, respectivamente. Ambos estábamos pendientes de cualquier información científica, por lo que conocíamos el desarrollo de la pandemia desde sus inicios y veíamos claramente que el Gobierno no estaba tomando con seriedad lo que venía. Justamente, tres meses después ha demostrado incapacidad para resolver problemáticas nacionales porque no son competentes para ejecutar planes de emergencia.
Lo cierto es que los guatemaltecos y las guatemaltecas vemos cómo la situación pasa y cómo se dictan y retraen medidas improvisadas y hasta contradictorias. Algunos tomamos en nuestras manos la responsabilidad de aislarnos en la medida de nuestras posibilidades y vemos que otros no pueden hacerlo. Lo preocupante es que he visto a gente que se pone a publicar memes (muy divertidos y necesarios para aguantar las cosas), pero no veo a muchas personas deteniéndose a analizar qué hacer ante una emergencia.
En un país con tanta desigualdad, ningún plan de emergencia funciona para todos. Pero obviamente cada uno de nosotros puede hacer su propio plan. Por ejemplo, podemos asumir la responsabilidad de tomar medidas en nuestros propios espacios, en la oficina, en la casa, en la familia, en la iglesia y en la comunidad. En la medida en que cada uno de nosotros analice su entorno, las posibilidades y las acciones, y mida el riesgo de los posibles efectos, podemos comenzar a actuar consecuentemente.
Cuando era pequeña, mi papá hacía planes de emergencia todo el tiempo. «Si hay un terremoto, no vaya a salir corriendo sin zapatos porque se puede golpear. Párese bajo el dintel de la puerta y espere a que un adulto venga por usted. No vaya a salir corriendo para el patio trasero porque esta pared se puede derrumbar sobre usted. No se pare cerca de postes de luz ni de árboles. No hay que correr como gallinas sin cabeza». «Si usted se pierde en el supermercado, ni se asuste ni llore ni le diga a nadie que está perdida: vaya a la caja número uno y me espera. Sin llorar y sin miedo». Por eso aprendí a ser precavida. Por eso mi equipo de trabajo está preparado para reaccionar.
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¿Qué haría si un día, por algún desastre o por estar enferma, no pudiera disponer de mi casa? ¿Adónde podríamos ir? Si sufro un accidente, ¿qué procede? ¿Si pierdo el trabajo? ¿Si se enferma mi hijo y no estoy? ¿Con qué dinero reacciono? Si tengo capacidad de comprar comida para una persona más, ¿la estoy comprando? ¿Puedo recibir a mis familiares en casa si fuera necesario?
¿Hay en mi condominio (colonia, caserío o aldea) un espacio que pueda funcionar como albergue en caso de terremoto, incendio o huracán? ¿Quiénes de la comunidad pueden intervenir en caso de un acontecimiento desastroso? ¿Qué canales de información hay para las emergencias? ¿Qué personas a mi alrededor tienen capacidad de liderazgo para coordinar acciones si fueran necesarias? Si los dirigentes políticos no lo hacen, necesitarás articular planes de emergencia colectivos y en colaboración. Parece elemental, pero conozco cientos de personas que no lo hacen.
Un plan de emergencia es la planificación y organización humana para la utilización óptima de los recursos con la finalidad de reducir al mínimo las posibles consecuencias humanas o económicas que puedan derivarse de la situación de emergencia. El plan debería integrar un conjunto de estrategias que reduzcan la posibilidad de ser afectados ante eventualidades. La evaluación de riesgos requiere un análisis de la situación, de la infraestructura y de los recursos humanos, económicos, materiales y técnicos necesarios en función de los diferentes escenarios y de la actividad que de cada uno se derive.
Sería bueno tomar la situación actual como alerta o como una especie de llamada de atención. Como un aviso de responsabilidad personal. Pero también debe ser un llamado a la responsabilidad colectiva y a la solidaridad. Cuando se está preparado para lo que pueda pasar, las personas pueden actuar con certeza, con calma, y minimizar la posibilidad de cometer errores.
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