En estos tres años pasados, no obstante, muchas cosas han cambiado quizás no tanto al exterior (el mundo sigue siendo un lugar generalmente inhóspito), sino al interior de cada uno. Para unos cuantos es tal vez este tiempo el de vivir al máximo de sus posibilidades con todo lo que ello implique de manera individual. Quizás un poco al límite en los placeres del cuerpo, de pronto sin límites en otras actividades sean o no legal o moralmente lícitas. Ante la inminencia de la muerte acechante es probable que se digan que, si de algo han de morirse, es mejor que sea en el disfrute de lo que sea y no en la inacción y el abandono. Así, es probable que muchos anden desatados especialmente y quieran arrebatarle a la vida el tiempo que, si nunca fue una constante, ahora se demostró lo es aún menos. La época de elecciones y los relevos en los puestos de poder, aunque sean parciales, parece ser el campo favorito para encontrar cómo saciar esos apetitos.
Hay otros, no obstante, que viven al margen de ese mundanal ruido. Concentrados en lo suyo, se dedican al quehacer individual, entiéndase familia, amigos, conocidos, trabajo, algunos entretenimientos. Quizás, también, un poco de apatía y desinterés, perdidas las esperanzas de que, a mediano o corto plazo, hacia fuera las cosas mejoren. Porque es un hecho incuestionable el que empeoran cada día. Basta con ver los resultados que en los distintos niveles obtenemos como país, para percatarnos de que cada vez los índices son más bajos. Pero a pocos importa. Quienes podrían hacer algo al respecto para cambiar y mejorar la situación de la mayoría, están ensimismados en la carrera de cubrir sus intereses personales y, quienes quisieran hacer algo, quizás están imposibilitados de hacerlo, porque no tienen acceso a esos espacios de poder. Un círculo vicioso: un laberinto sin salida.
Hay otros, por supuesto, que siguen siendo los incansables quijotes de siempre.
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Mientras tanto, el resto de nosotros, seres cotidianos, pasados estos tres años en el encierro es válido que hagamos un recuento de beneficios y daños, al menos individuales. Recordamos, así, a quienes fallecieron porque se contagiaron de COVID-19 o por otras causas. Familiares, amigos, compañeros de trabajo, conocidos o no, pero cuya ausencia se siente por alguna razón. Personas que perdieron sus empleos, su estabilidad laboral, a su pareja, que dejaron o retomaron los estudios. Actividades que se abrieron paso debido a la necesidad de hacerlo todo en línea y nuevas plataformas que se posicionaron para quedarse. La vida que pulula en las múltiples redes sociales y que constituyen para muchos la principal fuente de comunicación y entretenimiento.
¿Qué corresponde ahora, en la nueva etapa que se abre ante nosotros? ¿Nos queda alguna esperanza o es esta una época tan oscura que solo debemos procurar pasarla sin más? La vida es una y pese a lo terrible que pueda vivirse en varios sentidos, ofrece asimismo múltiples maneras de disfrutarla si no haciendo el bien, al menos no haciendo deliberadamente el mal.
Qué pasará en nuestro futuro colectivo e individual solo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, como dijo el autor Henry James, demos «otra vuelta de tuerca», que las verdades o los fantasmas, si están ahí, tarde o temprano se revelarán.
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