La lluvia trastocó las alfombras de aserrín y dificultó los cortejos procesionales. También impidió el jolgorio en los balnearios y los paseos en los lugares donde el turismo y la ecología hacen simbiosis. Ello permitió que una mayoría nos quedáramos en casa y tuviéramos unas horas de silencio y de meditación. Los gorjeos de los chepíos (Myiozetetes texensis), esas diminutas aves paseriformes que abundan en los jardines y patios de las casas de Cobán, alentaron a una profunda introspección. Y producto de la interiorización provinieron (en mi caso) algunas preguntas que reseñaré a continuación.
La primera reflexión fue atinente a una noticia que me golpeó ad intra y ad extra. Me refiero a ese terrible suceso revelado por la prensa nacional e internacional el día 11 de los corrientes con relación a una anciana de 85 años de edad que fue abandonada por sus familiares en un basurero. El hecho sucedió en San Pedro Yepocapa. ¡Por Dios! Ni los perros cometen semejante infamia. Me golpeó porque un hecho así se entiende cuando una familia ya no tiene la capacidad de cuidar a un anciano y pide apoyo en un asilo. Pero ¿abandonar en un basural a una persona que, encima de su ancianidad, padece la enfermedad de Alzheimer? Semejante villanía tiene que tener un mensaje que va más allá de la degradación del ser humano. La pregunta es: ¿hasta dónde hemos llegado como personas y como sociedad?
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El segundo repaso mental fue relativo al incendio de la catedral de Notre Dame. Del templo y del siniestro nada puedo agregar como no sea que conocí la dicha iglesia en el año 2000. Y puedo asegurar que es lo más magnificente que han contemplado mis ojos. Pero me desconcertó el aluvión de errores de juicio que se vertieron en las páginas sociales tanto en contra de quienes lamentaban el suceso como de aquellos mecenas que ofrecieron dinero para su reconstrucción. Aunados, los improperios en contra de esas personas como si hubiesen estado cometiendo una infamia. A la sazón recordé un artículo respecto a los errores de razonamiento publicado en la página Peccata Minuta, que toralmente explicita: «La capacidad de razonar, además de otros atributos físicos, es sin duda alguna lo que permite a los seres humanos diferenciarse de los otros animales y lo que les dio el privilegio de volverse la especie dominante sobre la Tierra. La observación, la experimentación y un razonamiento correcto son las bases del conocimiento, que mejoró tanto la calidad de la vida de los seres [como la] de los pueblos». Esta vez la pregunta fue: ¿desde cuándo comenzamos (los guatemaltecos) a perder nuestra capacidad de razonamiento?
El tercer pensamiento se lo dediqué a la respuesta que la madre naturaleza da a los seres humanos. La lluvia del Viernes Santo mitigó o apagó los incendios forestales provocados por personas en el municipio de Cobán, en todo el departamento de Alta Verapaz y en unas regiones de Petén. Aquí no hubo pregunta porque nos queda claro: el ser humano no está destruyendo a la naturaleza, sino que se está autodestruyendo. Madre natura siempre persistirá. Ella retomará lo suyo y recobrará su terreno. Nosotros no. Tal parece que el ser humano siempre se ha autodestruido, mientras que la naturaleza vuelve a surgir.
Concluí meditando sobre algunas estrofas de dos poemas. La primera es la sección tercera de Oración al cristo del Calvario, de Gabriela Mistral, que reza: «¿Cómo explicarte a Ti mi soledad / cuando en la cruz alzado y solo estás? / ¿Cómo explicarte que no tengo amor / cuando tienes rasgado el corazón?». La otra es la primera estrofa del poema Rogativa para que bajemos a Jesús, del escritor mapuche Javier Milanca Olivares, que dice: «Mejor bajamos a ese Jesús, lo desclavamos / y lo dejamos descansar. / Lo acurrucamos en nuestro bosque / o cerquita del fuego para que escuche / en silencio nuestras profecías».
Escritos en diferentes tiempos y lugares, el poema de Milanca pareciera una respuesta al de Mistral.
Sí, este Viernes Santo del 2019 fue muy atípico.
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