A tres horas del ingenio de la finca Cataluña, donde trabaja el agricultor Rubio Aguilar, de 50 años, se encuentra el Área de Protección Especial Manchón Huamuchal. Es un humedal que se sitúa a lo largo del Pacífico de Guatemala. Es uno de los últimos bosques de manglares y el más extenso del país. Tiene 10 mil hectáreas. Según el Instituto Nacional de Bosques (INAB), Guatemala posee 27,178 hectáreas de manglares, distribuidas en los departamentos de Puerto Barrios, San Marcos, Retalhuleu, Suchitepéquez, Escuintla, Santa Rosa y Jutiapa.
Los manglares son una comunidad de seres vivos que protegen las costas de la erosión y de los movimientos de grandes olas que ocasionan los huracanes. Sus raíces, sumergidas en el agua, promueven la biodiversidad y la producción de materia orgánica. Son criaderos de peces y mariscos, refugio de mamíferos e invertebrados, y brinda espacios para que aniden diversas especies de aves. Son, además, fundamentales en la economía de los seres humanos.
En Champerico, Retalhuleu, el bosque de mangle aporta el alimento diario de las familias del Manchón Huamuchal (peces, cangrejos, camarones y conchas, entre otros). Sin embargo, el cambio climático está golpeando ese ecosistema.
“Las lluvias han cambiado. Este ha sido un año tremendo de sequía. Todo ha cambiado”, dice Rubio Aguilar.
Se acaba el mes de julio y la lluvia se ha vuelto escasa. Muchos agricultores ya perdieron buena parte de sus cosechas este año.
El cambio climático deja en evidencia la vulnerabilidad de los pequeños agricultores. Sus efectos se manifiestan en la seguridad alimentaria y en su economía.
Aguilar recuerda la visita que le hizo a su hermano en Champerico. Estaba llorando. “Perdió la mayoría de su siembra de maíz”, explica el agricultor que añora esos aguaceros que caían a finales de mayo y que marcaban el inicio de la siembra de maíz y ajonjolí.
Los manglares son un ejemplo claro y tangible de la estrecha relación que existe entre los bosques y la calidad de vida humana. Este ecosistema tiene un alto valor ecológico y juega un papel fundamental en la resiliencia del país ante el cambio climático.
En Manchón Huamuchal viven Víctor y Byron, son primos y ambos tienen 13 años. Ellos y su familia dependen de los recursos que el mangle genera. En la época de lluvia salen a “cangrejear”. Se adentran en los manglares en busca de los artrópodos… “¡Já! ¡Cómo duele cuando pican!”, dice Víctor al recordar que más de una vez le han presionado sus dedos con sus tenazas.
La modificación del clima se evidencia cada año con más fuerza, por lo que se requiere de la integración de todos los actores posibles para accionar en pro de la protección y la reproducción del mangle. El pasado 26 de julio se celebró el Día Mundial Para La Protección de los Mangles. Declarar una fecha para ese ecosistema es un llamado a tomar conciencia de su importancia y conservación.
Los agricultores como Rubio, han tenido que invertir en sistemas de riego. Él adquirió un préstamo hace tres años para implementar ese sistema en su parcela. Sin embargo, el riego solo abarcó cinco de las diez manzanas de su terreno. Endeudarse es una práctica frecuente entre los campesinos para tratar de salvar las cosechas en la costa sur. Muchos comunitarios han tenido que pagar con sus terrenos.
El mangle sostiene los techos de las viviendas de los pobladores, y es el mangle lo que protege a la comunidad de las tormentas. Esas razones, y muchas otras, motivaron a los habitantes de Manchón Huamuchal para organizarse a través de los Consejos Comunitarios de Desarrollo Urbano y Rural (COCODE) e implementar medidas de protección que aseguren el uso sostenible del bosque y su perpetuidad para las generaciones venideras.
Pese a que el mangle está protegido por la Ley Forestal, ha perdido gran parte de su cobertura en el país debido a actividades acuícolas como el cultivo del camarón, el avance de la frontera agrícola, la tala no autorizada y el desvío de ríos para la industria de monocultivos. Esos factores disminuyen la calidad de vida de las comunidades que dependen de este ecosistema, y aumenta la vulnerabilidad del país ante el cambio climático.
Para solventar esta situación el INAB, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) y el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN), entre otras instituciones, trabajan en el proyecto “Conservación y uso sostenible de la biodiversidad en áreas protegidas marino costeras”. El proyecto, financiado por Global Environmental Facility (GEF) tiene como reto aumentar la conservación del ecosistema de mangle. De 4,004.67 hectáreas que se encuentran en áreas protegidas, legalmente declaradas, se pretende llegar a 12,803.10.
Cuando se le pegunta a Víctor por qué cuidar los manglares, él contesta con orgullo: “Porque mis abuelos fueron quienes me enseñaron a cuidar el mangle. Ellos fueron los primeros en estar aquí. En el Manchón todos somos familia y todos vivimos del mangle”.