Díganme si a ustedes no les pasa lo mismo. Yo, cada vez que recuerdo que tenemos nuevo presidente, pienso en ello. Aunque, más que responsabilidades, pienso que lo que a Jimmy le espera son grandes retos.
Sí, el nuevo presidente tendrá que responder efectivamente a la pobreza, a la desnutrición, a la inseguridad y sobre todo a la corrupción. Pero no son esos los retos a los que me refiero. En ese punto, Jimmy tiene razón: estos retos no son únicamente de él, sino de todos.
Cuand...
Díganme si a ustedes no les pasa lo mismo. Yo, cada vez que recuerdo que tenemos nuevo presidente, pienso en ello. Aunque, más que responsabilidades, pienso que lo que a Jimmy le espera son grandes retos.
Sí, el nuevo presidente tendrá que responder efectivamente a la pobreza, a la desnutrición, a la inseguridad y sobre todo a la corrupción. Pero no son esos los retos a los que me refiero. En ese punto, Jimmy tiene razón: estos retos no son únicamente de él, sino de todos.
Cuando digo «grandes retos» me refiero a esos mismos que ni siquiera personas experimentadas en política, como Álvaro Colom y Otto Pérez Molina, pudieron resolver mientras estuvieron en el poder y que, lamentablemente, a pesar de las buenas intenciones de nuestro nuevo presidente, él tampoco podrá hacerlo. Porque al final no se trata de ellos y de su capacidad exclusivamente. Se trata de hacer política. Y para hacer política propiamente se necesita, para empezar, de partidos políticos.
A ver. Déjenme explicarles mejor a qué me refiero.
Durante los últimos 30 años nos hemos dedicado a crear partidos políticos con el único propósito de ganar elecciones. Nos ha importado muy poco la formación de cuadros técnicos dentro de dichas organizaciones y hemos fallado bastante en promover la democracia interna dentro de estos. Como resultado, hemos terminado con más de 20 partidos políticos, pero ninguno con más de 12 años de vida. Hemos terminado con ministros rindiéndole cuentas al presidente y con viceministros rindiéndoselas a la vicepresidenta. Hemos terminado con partidos oficiales fragmentados tan solo después de un año de haber estado en el poder porque no cuentan con mecanismos claros y transparentes para elegir a sus próximos líderes internos. Recuérdese lo que pasó entre Roxana Baldetti y Alejandro Sinibaldi, lo que pasó entre Sandra Torres y Manuel Baldizón o lo que pasó entre Sandra Torres y Roberto Alejos. En fin, hemos terminado con gobernantes que quieren cambiar el país, pero que no saben ni por dónde empezar, y con más de un tercio de los diputados cambiándose de partido el mismo día que tomaron posesión de sus curules.
Y es que la carencia de partidos políticos institucionalizados no solo ha provocado que ninguno de nuestros presidentes haya tenido una ideología o una visión clara de cómo quieren arreglar el país. El problema de que no existan es que las probabilidades de que un presidente en realidad pueda hacer algo son mínimas. Porque al final no se trata de un equipo que llega a la administración pública con una visión de país, sino de un grupo de personas que harán lo imposible por seguir teniendo su pequeña cuota de poder.
En ese sentido, el verdadero reto de Jimmy Morales tendrá muy poco que ver con resolver nuestras crisis actuales y mucho con cómo evitar la fragmentación del Gobierno y de su partido. Nuestro presidente tendrá que ocupar bastante de su tiempo en encontrar la receta mágica para unificar a sus ministros, secretarios y partidarios más allá de cualquier interés monetario. Aún más si resultan ciertos los rumores de que en su gabinete los ministros no solo responden a Jimmy, sino a por lo menos tres grupos más de poder. De lo contrario, tendrá que estar preparado para las mismas crisis que sufrieron sus antecesores: filtración de información, división en ministerios y secretarías, bancada fragmentada, aislamiento y desconfianza de sus allegados.
Pero no todo es pesimismo y malos augurios. El hecho de que el FCN-Nación sea un partido pequeño y de que no haya invertido tanto en campaña también debería significar que los favores políticos van a ser menores. Y en ese punto, eso debería darles libertad a las cabezas de las diferentes instituciones para colocar gente en verdad capacitada para la administración pública, y no personas que estuvieron de relleno en el partido.
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