El rocambor o tresillo es un juego de combinación —jugado con una baraja— surgido en España en el siglo XVII. Se trata de un juego táctico en el que se simula un campo de batalla que se divide entre tres bandos. En uno de los bandos se encuentra el hombre, quien planea su estrategia para derrotar a los dos bandos opuestos. Se trata de un juego complejo en el cual el hombre forja treguas y trata de dividir a sus oponentes para salir victorioso.
Pues este juego era parte de las reuniones de amigos en las tardes de sábado durante la llamada Primavera Democrática en la casa del joven jurista, profesor de Derecho y abogado en ejercicio don Arturo Borrero Lamas, el papá de Miss Guatemala y uno de los personajes de la obra del Nobel de Literatura que ya se encuentra en decenas de mesitas de noche de la élite intelectual nacional.
Ya comenzaron a publicarse artículos de opinión, editoriales y discusiones sobre esta obra, que presentará el autor en diciembre venidero en estas tierras. El núcleo de la narrativa es la conjura detrás del asesinato de Carlos Castillo Armas y la implicación del régimen del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Sin embargo, la discusión en la opinión pública guatemalteca no se da en torno a esto, sino sobre las apreciaciones vertidas por el intelectual peruano sobre las reformas que emprendió Jacobo Árbenz, la intervención de Estados Unidos para derrocar ese gobierno y el papel que jugó la United Fruit Company.
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Además, plantea la tesis de que el derrocamiento de 1954 generó una serie de consecuencias negativas para el desarrollo político regional, propició la radicalización hacia la izquierda de muchos líderes políticos y, en consecuencia, alentó la formación de focos guerrilleros que derivaron en regímenes autoritarios como el cubano o en guerras civiles como las que se vivieron en nuestra Guatemala, Colombia y otros países de América Latina. A grandes rasgos, este es el planteamiento que genera el ciclón.
Esta obra genera tanta polémica y discusión porque su contenido lleva a una reflexión sobre el sistema patrimonialista, sobre las instituciones extractivas que aún subsisten en nuestro país, 75 años después de la gesta para deponer a Ponce Vaides, y sobre la década de oxigenación en medio de nuestra historia de regímenes autoritarios. El autor pone los dedos en la llaga, esa herida de la marginación, la pobreza, el racismo y los privilegios que son una realidad patente en la Guatemala de 2019.
Que esta novela nos lleve a estudiar a profundidad la historia nacional y formar criterio, a verificar en qué proporción ha cambiado nuestra situación desde aquella época y, sobre todo, a dialogar sobre las posibles soluciones a los problemas que aún nos aquejan. Para meditar sobre este escrito escogí la escena de la tarde de sábado entre amigos jugando rocambor, compartiendo y discutiendo sobre ideas políticas en democracia, contrastando opiniones sobre los problemas nacionales, un ambiente de debate en libertad.
De nuevo, vamos a una partida de rocambor en tiempos recios. Un juego entre tres bandos: los conservadores inmovilistas —que se preocupan mucho por que no cambie nada— y los radicales trasnochados —que plantean dinamitar nuestra escuálida institucionalidad— contra quienes —al igual que el autor— comprendemos que la democracia, el Estado de derecho y la libertad de mercado son instituciones que introducen a las naciones a la modernidad y las conducen al progreso. Ojalá el año que viene se abran las puertas de una etapa reformista, gane la partida el tercer actor y construyamos una nación de ciudadanos, y no de jornaleros de finca bananera.
Quien al rocambor quiera ganar, no se canse de pasar.
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