Una sonrisa

Volver a la normalidad es muy duro. Sin embargo, con la reflexión se desarrolla una actitud muy especial. Es difícil describirla. No es ni resignación ni amargura. Todo lo contrario: es una postura pragmática frente a la vida. Es una comprensión profunda de lo efímera que es la existencia y de lo entrelazadas que están en el corazón humano las capacidades creadoras y destructoras, una determinación a prestarle atención a lo importante y a reírse de lo demás.

La viuda de un piloto de bus que saca adelante a su familia. El padre que vio de vuelta en una caja al hijo para el que soñó un mejor destino lejos. El amigo que todavía extraña a su compañero tras el accidente de tránsito. Es la sonrisa sincera que, a pesar de todo, aún son capaces de regalarnos todos ellos.

Es la forma como esa sonrisa permite enfrentar el día a día  y cambia el destino trágico para convertirse en la tuerca que atranca la rueda de la revictimización. De cuando en cuando esa madurez permite soñar con un futuro mucho más luminoso, un futuro que no es superador de la injusticia (esto es imposible), sino su redención.

En Guatemala se lloran demasiados lutos injustos. Pidamos que nuestras niñas nos concedan, en su partida, una gracia final. Que nos regalen, sin merecérnosla, una sonrisa liberadora. Porque nos espera el camino traicionero que lleva hacia la justicia y hacia un mejor país y tan solo tenemos una garantía: que nos equivocaremos y que la energía nos hará falta.

Llegaremos al final del camino con la ayuda de un milagro, el que conceden las almas agraviadas en su despedida cuando sienten cariño.