Sin embargo, cuanto más adversas son las circunstancias, más necesario es que encontremos la fuerza del ánimo necesarias para combatirlas. La pelea contra el mal pasa porque este no te venza en tu propio interior.
Las naciones, como las personas, se enfrentan siempre con difíciles obstáculos. Si el infortunio nos arrebata la alegría, hemos perdido. El asesino vence cuando nos armamos para combatirlo. El ladrón vence cuando nos privamos del gusto de disfrutar de las cosas. La maldad, en general, triunfa cuando la combatimos con sus propias armas. A la mentira hay que combatirla con la verdad, a la maldad con la alegría.
Hemos convertido nuestro entorno en una cárcel de estúpidos convencionalismos donde el salirse de lugar está prohibido. Lo correcto es no romper con esas estructuras. Nos cuesta demasiado reírnos de nosotros mismos, de los prejuicios que cargamos. Está mal que alguien se cuestione las buenas costumbres. No se puede molestar a los demás con comentarios fuera de lugar.
Se ha confundido el humor constructivo con el insulto irreverente. El chiste gracioso aporta simpatía a la vida. La broma morbosa es solo un reflejo más de la rabia del intolerante. Lo gracioso que se usa para compartir alegría con el semejante hay que promoverlo en todos los momentos que podamos ¡Qué aburrimiento más absurdo la seriedad ininterrumpida! Los verdaderos cambios, los cimientos que aportan avances para dejar mejor la sociedad, son los que nacen de la incongruencia.
Cuando se rompe un vaso, cuando el dinero falta, cuando la comida no es suficiente. Al sufrir una humillación, al sufrir un dolor, al faltar el cariño. Siempre hay dos respuestas. La ira incontenible. Esa rabia que se apodera de todo el cuerpo y corrompe el alma. La maldad colérica que destruye todo sin sentido. O la sonrisa, la burla al destino. Responder a la injusticia con un exabrupto. Contestar al insolente con una carcajada. Reírnos de caernos y volver a caernos. Risa, todo el rato risa.
Dicen que esta alegría no sirve para nada. Que a la injusticia hay que responderle con la revolución, que al asesino hay que contestarle con la muerte y que al cruel hay que someterle a torturas aún mayores que las suyas. Para ellos, la sonrisa es una estupidez. Los que se burlan son testarudos inmaduros incapaces de enfrentar la realidad con todas sus consecuencias. He conocido a muchos hombres serios que solo pensaban en cómo deshacerse de todo lo malo. Habría que matar a todos los delincuentes, encerrar a todos los ladrones, prohibir todo comentario ajeno a las buenas costumbres. Gente que lideraba los más nobles ideales dispuestos a cometer actos violentos con tal de conseguir salvar a las ballenas, instaurar un nuevo sistema político o repartir los bienes de los apoderados.
Personas empeñadas en, con una total seriedad, aplicar las leyes más injustas, separar a los hijos de sus padres o impedir los derechos civiles. Todo muy serio… y no sirve de nada… Las mismas injusticias, las mismas corrupciones y las mismas muertes.
Alegría. Fíjese en la alegría. Llénese de alegría, de reírse. Primero mucho de uno mismo. Después de lo que te rodea. Del mundo, de lo diferente, del pedante, del opresor, del que más tiene. Ríase de todos y de todo. A carcajadas. Sonríale a la vida sin paliativos. No ponga barreras a su sentido del humor. No se dosifique la alegría. Trabaje con alegría, sufra con alegría, viva con alegría y sea feliz.
Más de este autor