La viruela símica, también llamada viruela del mono, es una enfermedad emergente y contagiosa similar a la varicela o el sarampión. La viruela símica tiene condición endémica en África con una reciente propagación global. La mortalidad no suele superar el 11 % de los casos y los cuadros graves se observan principalmente en niñas y niños.
Desde el contagio pueden transcurrir entre 5 y 21 días hasta la aparición de signos y síntomas. El periodo de infección inicial se caracteriza por fiebre, dolor de cabeza, linfadenopatía (inflamación de ganglios linfáticos), dolor de espalda, mialgia (dolores musculares) y fatiga. Luego aparecen las erupciones en la piel que suelen ocurrir después del inicio de la fiebre comenzando en la cara y extendiéndose al tronco y las extremidades.
Un dato reciente que ha causado controversia es que, según declaraciones del Director de la Organización Mundial de la Salud OMS, más del 95 % de los casos corresponden a hombres que tienen sexo con hombres o HSH. Todo lo anterior acarrea un escenario complejo y un conjunto de problemas. Primero, la salud de las personas infectadas debería ser prioritaria pero las capacidades del sistema de salud en Guatemala son precarias. En segundo lugar, las campañas educativas deben mediar el hecho de que los contagios, según la OMS, ocurren mayoritariamente en HSH por lo que esa agencia recomendó a hombres gais y bisexuales que reduzcan su actividad sexual. Es decir que, están dadas las condiciones para la estigmatización de quien se contagie.
En contraste, si no se enuncia el riesgo para los HSH, podrían repetirse errores cometidos en la lucha contra el VIH-SIDA, porque transcurrieron décadas para que se indicara que el VIH-SIDA afecta principalmente a la población HSH. Hasta que se reconoció a la población afectada y se orientaron recursos hacia la misma, la pandemia comenzó a ser controlada.
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En tercer lugar, el país está lejos de acceder a vacunas que ya existen para la viruela símica y el acceso a esas vacunas puede tropezar con la estigmatización y la homofobia en instituciones que, suelen recetar abstinencia cuando se trata de población no heteronormada. A ese respecto, no es necesario explicar que la abstinencia nunca ha sido una recomendación que la gente atienda alegremente.
No perdamos de vista que ya existe una estigmatización de las poblaciones en riesgo y que esta enfermedad puede exacerbar las violencias y exclusiones existentes. Pese a lo anterior la única vía conocida para evitar el contagio entre HSH es la reducción de los encuentros sexuales. Y si alguien cree estar contagiado, debe acceder a un servicio de salud y evitar exponer a otras personas.
La enfermedad no ha sido catalogada como infección de transmisión sexual ITS, tal vez porque las formas de contagio incluyen contacto estrecho con gotitas respiratorias infectadas, lesiones cutáneas u objetos contaminados, como toallas o sábanas. Pero la información anterior, oficial de la OMS, no explica la altísima incidencia en HSH reportada hasta ahora.
Para cuando tengamos estudios publicados que expliquen con rigor las formas de contagio y las poblaciones afectadas, la enfermedad ya estará golpeando a cientos o miles de personas. De manera que sin ser alarmistas hablemos del asunto y cuidémonos. El mayor reto puede consistir en que las poblaciones con mayor riesgo reciban orientación apropiada en tanto se accede a vacunas.
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