El responsable de esta sorpresiva crisis ambiental fue un incendio que se desató en el relleno sanitario de AMSA (la Autoridad para el Manejo Sostenible del lago de Amatitlán), localizado en el municipio de Villa Nueva, y que al momento de escribir estas líneas todavía no había sido sofocado en su totalidad. El término «relleno sanitario» es un eufemismo para designar un botadero de la basura de diversos municipios de la capital y sus áreas conurbadas, sin ningún tratamiento real, más que el amontonamiento malsano de los residuos y el rescate precario de algunos materiales de valor, realizado por los llamados guajeros, guatemaltecos en situación precaria que para subsistir realizan una de las actividades más riesgosas e insalubres de la escala laboral del país.De esta manera, el vertedero de AMSA, que nació para quitarle presión al también risiblemente llamado relleno sanitario de la zona 3, pasó a ser un amargo reflejo de este, tristes medallas del pésimo manejo de desechos que se realiza en Guatemala.
El incendio del vertedero de AMSA se suma a los muchos que han agobiado al país los últimos seis meses, entre ellos los de los bosques comunitarios de Totonicapán, las faldas del volcán de Agua y los alrededores del Biotopo del quetzal en Purulhá, Baja Verapaz. Hay voces que señalan que esta seguidilla de incendios es sospechosa, aun tomando en cuenta la profunda sequía con la que el fenómeno de El Niño nos ha castigado desde el año pasado, y que podría haber mano criminal detrás de ellos, lo cual no carece de sustento puesto que abundan los actores oscuros deseosos de poner en aprietos al recién estrenado gobierno de Semilla.
Sin embargo, aunque hay evidencias que apuntan hacia ese extremo y es necesario investigar dichos señalamientos (aunque bien sabemos que el ente investigador del país está más ocupado en urdir complots contra el gobierno que en investigar hechos delictivos) también es verdad que incendios como el del vertedero de AMSA no se darían si, para empezar, no existieran tiraderos de basura tan grotescos como este, que recibe entre seiscientas y mil toneladas de desechos cada día, y cuyo cierre se ha ordenado sin éxito en repetidas ocasiones desde hace diez años.
[frasepzp1]
Un auténtico relleno sanitario es un terreno en el que se llevan a cabo intervenciones altamente tecnificadas sobre los desechos, empezando por el concienzudo reciclaje de todo el material de utilidad, para luego compactarlos y cubrirlos sucesivamente de tierra, creando así diversas capas que contribuyen a su transformación y degradación en materia orgánica, y poniendo cuidado en colocar tuberías para liberar los gases producidos por la fermentación y dejar escapar el lixiviado, esto es el líquido que escurre por entre los desechos y sale impregnado de material contaminante, y el cual debe necesariamente recibir tratamiento en plantas especiales.
En este país, sin embargo, lo común es simplemente amontonar los desechos en montañas interminables, y dejar que los guajeros pesquen lo que puedan de entre las toneladas de desperdicios, a riesgo de sus vidas y su salud. No obstante, no se puede escapar de la realidad de los desechos simplemente amontonándolos lejos de nuestra vista, y el incendio que afligió la atmósfera de la ciudad capital a inicios de abril fue un recordatorio, cual karma implacable, de que, si nosotros producimos la basura, también nosotros debemos procesarla.
En algún momento se planteó la posibilidad de quemar la basura en instalaciones industriales altamente tecnificadas llamadas plantas de incineración. Pese a que diversos estudios científicos descubrieron que la quema de la basura produce sustancias químicas altamente riesgosas, como dioxinas, furanos y derivados del benceno, entre otras, que pueden incluso tener efectos cancerígenos. La colocación de filtros especiales en estas instalaciones no es garantía de seguridad, ya que se ha demostrado que las moléculas de estos compuestos químicos pueden escapar y contaminar el aire que respiramos, por lo que los incineradores de basura han sido abandonados como opción para la eliminación de desechos sólidos incluso en países de economías sólidas y desarrolladas.
Podemos entender entonces que, si una planta de quema de basura altamente tecnificada no es una solución segura para la salud, un incendio al aire libre de grandes proporciones como el que se desató durante varios días en el vertedero de AMSA es poco menos que el primer paso de un suicidio colectivo en cámara lenta. La implementación de técnicas adecuadas de tratamiento para las vastas cantidades de desechos sólidos producidos por los habitantes de la ciudad, y de todo el país, y que incluyen entre otras técnicas el reciclaje a escala industrial de materiales como vidrio, papel y metal, el compostaje (transformación en abono natural) de la materia orgánica (cáscaras de verduras, restos de alimentos y materia similar), la reducción en la producción y utilización de plástico, y la creación de auténticos rellenos sanitarios tal como lo dicta el concepto de estos, no es una plácida fantasía de ambientalistas ociosos, sino una urgente necesidad de la que depende la salud, y en última instancia la vida misma de todos los habitantes de este país.
El reciente nombramiento de la bióloga Patricia Orantes como ministra de ambiente en sustitución de María José Iturbide, destituida por su mal criterio en aspectos tan diversos como el uso personal que le dio a vehículos oficiales y los oídos sordos que prestó a las protestas comunitarias contra el proyecto minero Cerro Blanco en Jutiapa, hablan del compromiso del gobierno con un Ministerio de Ambiente eficiente y funcional. Esperamos que la ministra Orantes, que además de conocimientos en ciencias biológicas tiene estudios y experiencia en el estado y sus instituciones, esté a la altura no solo del desafío de los mal llamados rellenos sanitarios, sino de las otras muchas amenazas que enfrenta nuestro maltratado, aunque generoso y abundante ambiente natural.
Más de este autor