Conviene revisar en retrospectiva lo redactado, sus fundamentos, los sueños... y ver hasta dónde ha llegado ahora. Encabezan la firma nombres que es preciso recordar: Héctor Aragón Quiñonez, Ramiro de León Carpio, Antonio Arenales Forno, Julio Lowenthal Foncea, Roberto Carpio Nicolle. Luego, más abajo Telésforo Guerra Cahn, Jorge Skinner Klee, Fernando Linares Beltranena.
Si uno mezcla en una licuadora imaginaria las ideologías y la actuación de tales personajes, sin duda se quita el sombrero ante el hecho de que la Constitución esté arropada por un manto de derechos humanos y diversas conquistas sociales. Es de aplaudir la actuación de quienes empujaron a ello y, por supuesto, de la sociedad civil y de los colegios profesionales, especialmente el de abogados de ese tiempo, que fueron oídos en sus propuestas y advertencias para fortalecer la democracia e importantes garantías sociales.
Otros nombres, que no aparecen en primera fila, empujaron a ese logro: demócrata cristianos, social cristianos, social demócratas y algunos herederos del denominado Partido Revolucionario Auténtico, que venían de bregar en el tumulto y en la violencia del período militar precedente. ¡Bravo por ellos!
La propia Procuraduría de los Derechos Humanos, magistratura creada alrededor de la figura del Ombudsman, era ya un avance para su tiempo, luego de venir de una cruenta guerra civil, y una sociedad desgarrada, cuyos representantes se encontraban en foros con sus homólogos de Eritrea, Somalia, Camboya y Angola.
La época era poco propicia para darle sustento a propuestas fiscales. La región venía de una crisis económica fuerte, que propició devaluaciones, inflación, déficits fiscales y una reacción ideológica sobredimensionada, vinculada a lo que se ha etiquetado desde esos tiempos como políticas neoliberales. Esta fue quizás la mayor contradicción, pues mientras que los constituyentes avanzaban en amplias discusiones sobre la necesidad de crear y fortalecer instituciones, en el campo de las políticas económicas se hablaba, como se ha hecho desde esos tiempos, de ajustar la economía y estabilizar los precios, por el lado de apretar el gasto público.
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A pesar de ello, la Constitución fue caminando a contrapelo de las ideas económicas: exoneró de impuestos a las iglesias, le otorgó un 3 % de los ingresos ordinarios al deporte, un 5 % a la Universidad de San Carlos, y hasta un 10 % a las municipalidades. Y por si ello fuera poco, fue creando diseños institucionales para otro tipo de aportes por el estilo, además de crear un manojo de magistraturas, dentro de las que la Corte de Constitucionalidad y el Ministerio Público sobresalen hoy; pero, a la vez, se potenciaron otros excesos con otras reformas en 1993, que buenos historiadores, políticos y juristas han explicado con detenimiento.
A los cuerpos políticos les cuesta ver hacia el futuro. Y, principalmente, les cuesta mucho medir las consecuencias económicas y financieras de sus actos. Bien estimo que un factor de peso al respecto es su falta sempiterna y aún escasa hoy en día de cultura económica. En ningún momento imaginaron las dimensiones que tendría alimentar instituciones, con aportes constitucionales y otros bajo un presupuesto que en 1985 llegaba únicamente a Q1,068 millones, mientras que el de hoy estaría llegando a más de Q120,000. Incluso, los saltos vistos durante la postpandemia son poco explicables e inimaginables hasta hace un lustro.
Hubiera sido inteligente por parte de los constituyentes destinar recursos a las instituciones infantiles. Darles biberón, brindarles apoyo desde una edad temprana, siguiendo la sugerencia de economistas reconocidos para países rezagados en su proceso de industrialización: ayudarles a crear las condiciones necesarias para impulsar su desarrollo, mediante subsidios y protección arancelaria. Ya crecido el patojo, quitarle el biberón, y destinar buena parte de los recursos a programas de desarrollo humano, teniendo muy claro que el panorama del país, desde aquellos años en que se desarrollaron los diagnósticos económicos y sociales modernos, dejaba claro que el esfuerzo de desarrollo en áreas como la electricidad, la educación, lo social y la infraestructura era inmenso
Y como de buenas intenciones están empedradas las calles del infierno, los mismos intereses de la clase política distrital, los alcaldes, los dirigentes del deporte federado y olímpico y los docentes/burócratas de la Universidad de San Carlos se engolosinaron con tanto dinero sobre la mesa; y junto a las nuevas magistraturas creadas fueron creando verdaderos poderes paralelos, a la par de torpedear el diseño constitucional y sus recomendaciones de nuevas leyes congruentes con sus espíritus.
Así, podemos concluir que, al final, todo se trata de pisto. Si bien el dinero se comprende poco por aquí, en su naturaleza y dinámica, la avaricia y las anchas avenidas que llevan al egoísmo y la perdición son el pan de cada día. Recuperar el clima moral, buscando las puertas angostas que llevan a la vida, es pues, una tarea urgente en la Guatemala de hoy.
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