Con la imposición colonial, hace 500 años, se enfrentan dos cosmovisiones relacionadas al mundo que nos rodea: el judeocristianismo, que fija a la naturaleza como subordinada al «hombre» pináculo de la creación; y la de los pueblos indígenas, que consideran al «ser humano» subordinado a la naturaleza, la madre de todo lo animado e inanimado. Y en esa contradicción se fragua el discurso de la colonialidad que nos domina y justifica la explotación indiscriminada de la naturaleza, en pos del progreso, el crecimiento económico y el consumo exacerbado (nada de desarrollo).
Por ejemplo, en Cuba la deforestación durante la dominación española, causada por la entronización del cultivo de caña de azúcar, fue de 2.700.000 Has, de un total de 9.000.000 Has. de existencias iniciales, es decir, el 30 % del total forestal de la Isla[1]. La explotación de minas y plantaciones de otros productos, que afectan la tierra, complementan el cuadro general de su utilización irracional.
¡Y empieza el fin!
El mundo se agota, está enfermo, contaminado, la huella humana es superior a la reproducción de la naturaleza. La secuela de desigualdad y pobreza se niega a través de discursos correctamente políticos y reproducidos por el sistema de dominación como los medios de comunicación al servicio de las elites colonizadoras. No hay cambio climático, dicen, y si lo hay, no es para exagerar, agregan; para eso está el desarrollo de la tecnología que todo lo solucionará. ¡Ojo!, la inteligencia artificial puede revertir el ejercicio del poder, quitándoselo al «hombre» y poniendo en entredicho su propuesta económica.
La revolución industrial, de finales del siglo XVIII, se extendió de Gran Bretaña al resto del mundo. Se pasó de una economía rural, agricultura y comercio, a una economía de carácter urbano, industrializada y altamente mecanizada. Y se exacerba el daño al planeta; se vive el cambio climático por los efectos del modo de producir, basado en el uso intensivo de recursos naturales: petróleo, carbón, madera, minerales, oro, litio, etc., que se obtienen con una intervención violenta y explotadora de la tierra (recursos, la mayoría, extraídos de los países pobres).
La renta per cápita se multiplicó como nunca, a expensas de pérdida de la biodiversidad; la riqueza se concentra en manos de los detentadores del poder colonial. La máquina fue sustituyendo el trabajo humano, generando desempleo y pobreza, y hoy, con la inteligencia artificial, ya no somos útiles en el proceso de producción. Valiosos sí, como consumidores exacerbados.
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La ciencia responsable ha venido demostrando las consecuencias catastróficas del modelo productivo, del cambio climático y de la pobreza derivadas de éste, que van en ascenso, poniendo una alerta sobre las posibilidades del fin de la humanidad o del planeta si no se asumen acciones frontales, no paliativas, como las que postulan las COP, conferencias organizadas por Naciones Unidas para detener el cambio climático.
La reciente COP28[2], reclama acciones para disminuir la emisión de gases causantes del cambio climático, sin medidas coercitivas que apunten a enfrentar la disminución del uso de combustibles fósiles, lo cual se explica ya que la presidencia de dicha cumbre la ostenta el sultán Ahmed Al Jaber, director ejecutivo de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dabi, una empresa estatal de los Emiratos Árabes Unidos. ¡Lobos cuidando las ovejas!
La tarea de solventar el problema del cambio climático, grave para la humanidad, queda en manos de los interesados en seguir depredando la naturaleza. Y en nuestro país, la producción de plásticos, altamente contaminantes del medio ambiente, nos sitúa como uno de los países en el mundo que más produce ese material
Lo que quiero señalar es que, de parte de las autoridades de los Estados no se puede esperar mayor cosa, como tampoco de las dirigencias mundiales, y acá se hace válido el eslogan popular de: ¡solo el pueblo salva al pueblo!
[1] «La deforestación de la Isla de Cuba durante la dominación española: (1492-1898)». Miguel Jordán Reyes. 2006.
[2] Más de 100.000 personas han acudido este año a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebra en Dubai.
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