Esa trinidad de procesos actúa al unísono y causa la situación precaria que vivimos. Origen del sistema jurídico, político y económico desde 1524, con variaciones históricas externas que no cambian nada manteniendo inalterable el núcleo o matriz de poder colonial.
La colonización, es el proceso de expansión violenta de Europa para mantener su hegemonía mundial y sustentar el «modo de vida imperial» en los territorios invadidos, ocupados y saqueados.
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Por su parte, el colonialismo es el proceso de imposición de la estructura jurídica-política-económica que sostiene la ocupación, estructurando el estado colonial a la medida de los intereses de la élite colonizadora. Estructura que nunca ha sido Estado, en el sentido estricto de la palabra, sino más bien un cúmulo de feudos políticos, económicos, culturales y sociales articulados por las leyes generadas desde los que ostentan el poder. Leyes que someten a la población a obedecer, sin garantizar que protejan sus derechos a una vida digna.
Los estados coloniales varían en su estructura, pero el núcleo como Estado occidental tiene similitudes en su lógica de dominación: Un Estado indolente con el sufrimiento de amplios sectores que, históricamente, ha sufrido desplazamientos, violencia sexual, robo de tierras, racismo, guerras, etc. Es el orden jurídico-político quien en primera instancia se olvida de estas víctimas y, más aun, permite que lo sean y si acaso las reconoce como víctimas ha pasado bastante tiempo.
Ejemplo: el genocidio no ha sido reconocido. El resarcimiento a las víctimas inocentes no se ha completado. La memoria histórica de estos hechos ha sido silenciada violentamente. Los convenios internacionales no se cumplen. Los medios de comunicación callan estas realidades. El poder judicial y anexos garantizan que la ley favorezca a las elites coloniales, como actualmente sucede con el MP, la Corte de Constitucionalidad, el Organismo judicial, el Congreso y otros entes que debieran servir al bien común, pero no es así. Sirven al mantenimiento de la trinidad de dominación.
«Es preciso interpelar por tanto no sólo al Estado, sino también a toda la sociedad por los silencios y los olvidos que prosperaron en torno a la masacre; por haberse negado a aceptar lo que parecía inenarrable, inaceptable o imposible, pero que en verdad era muy real».
La colonialidad deriva directa e inmediatamente de la colonización y el colonialismo. Haciendo una metáfora: es la inyección que aplica el sistema para provocar conformidad y aceptación a la dominación y exclusión. Las hace ver como normales, aceptables y muchos las justifican, defienden y refuerzan, ignorando su situación de colonizados. Provoca el silencio y la indiferencia como prácticas políticas que olvidan a las víctimas y que las sienten como estorbo. Anula la capacidad de indignación y reaccionar ante lo injusto del sistema. Es la matriz de la política occidental que no se ha librado del fantasma del totalitarismo.
Es decir, la colonialidad «Genera violencia política porque impide la entrada y participación de nuevos actores políticos, de distintas miradas de la sociedad, porque ve en el pluralismo social y cultural un peligro, también porque pretende mantener un estado de cosas invocando un mito fundacional originario de nación; pareciera que se perdiera la dimensión histórica de la contingencia, de la inevitable transformación de las cosas y de los sentidos de comprensión del mundo».
La colonialidad construye una red de dispositivos para que la vida del colonizado quede a merced de los que defienden el orden establecido. A esa vida desnuda (vulnerable) no la cubre ninguna ley. No hay ningún dispositivo que pueda vestirla nuevamente, ya que todos están estructurados para desnudar y no para vestir.
Por eso, ¿a quién le puede importar que miles de migrantes sucumban bajo el intento de buscar una vida mejor o los muertos del conflicto armado del siglo pasado, los desplazados, los huérfanos, los que mueren por desnutrición, los desempleados, los pueblos discriminados, la niñez abandonada, la pobreza permanente?
La ley que se supone está hecha para todos, para los ciudadanos, entraña un terrible riesgo pues deja claro que el hecho jurídico de ser ciudadano (de primera) es más importante que el de ser humano. La ley es para proteger privilegios y evitar cualquier signo de resistencia o actuación en contra del sistema colonial.
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