Es necesario profundizar en la colonialidad —espacio de dominación externa y subjetiva de los pueblos— ahora con la asunción al poder en varios estados europeos y americanos de personajes autoritarios, antidemocráticos, antiderechos humanos, incitadores del odio, racismo y la violencia —a ciencia y paciencia— de la población que los elige.
La sumisión, el individualismo y la indiferencia son resultado de la eficacia y seducción de la colonialidad, de los cuales no está exenta Guatemala. La dependencia absoluta de los vaivenes de la civilización occidental y su modelo de vida política, económica, tecnológica y cultural nos hace víctimas de los ramalazos globales.
Las crisis históricas las crean las élites de poder, ellos las resuelven para que no cambie nada, y la sociedad sumisa, acepta que así sea, por no tener la capacidad de reaccionar buscando soluciones, salvo excepciones como algunas revoluciones. Después de la Segunda Guerra Mundial, se nos impusieron conceptos como la modernidad, la democracia liberal, los derechos humanos y laborales. Además, se establecieron organismos y acuerdos internacionales como la organización de los estados (ONU), la Alianza para el Progreso, USAID, la globalización, los tratados de libre comercio, el multilateralismo, el neoliberalismo y la sostenibilidad ambiental, en medio de los graves problemas del cambio climático, causado por las grandes potencia. Agendas impuestas sin posibilidad de oponerse a ellas.
Hoy, el imperio da marcha atrás en todo por sus conveniencias nacionalistas y supremacistas y porque lo que nos han impuesto ya no les es útil, tal como se preguntan algunos académicos: ¿Se ha vuelto la democracia liberal una de esas instituciones y prácticas «tradicionales» que pueden obstaculizar el flujo del capital y, por tanto, deben ser removidas?
Y es que se está atravesando dos procesos simultáneos: la aceleración tecnológica y económica; y, por otro, una crisis de los valores e instituciones políticas de la democracia liberal.
¿Nos damos cuenta de ello? No, porque ese es el efecto de la dominación subjetiva y material de la colonialidad: ignorar nuestra situación de colonizados y ser pasivos ante los cambios.
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El modelo civilizatorio occidental ha fracasado y se trata de reconfigurarlo obviando la Democracia, el bienestar de las mayorías y los derechos humanos, suplantándola por regímenes autoritarios, figuras mesiánicas disruptivas y violentas que asaltan el poder en forma de ultraderechas porque la derecha tradicional ya no satisface sus anhelos de concentración de la riqueza mundial. El avance exponencial de la tecnología, nos demuestra una vez más la desigualdad en su creación, aprovechamiento y utilización.
Las grandes empresas monopólicas en Guatemala, azúcar, cemento, agroindustria, etc., adoptan y adaptan los beneficios tecnológicos para elevar la concentración de la riqueza, en tanto a la población se le dota de capacidades e instrumentos tecnológicos para el adormecimiento colectivo e indiferencia ante los grandes problemas nacionales: televisión, novelas, reality shows, fútbol, conciertos, cantantes de moda, celulares, equipos de sonido, entre otros atrapan la atención de la gente haciéndola improductiva y con pensamiento crítico débil, obedientes a la narrativa hegemónica.
Se ha consolidado otra trinidad complementaria de dominación: poder político, dinero y alta tecnología que amenazan con la vuelta del autoritarismo en el mundo.
Ante eso, ¿qué hacer en nuestra pequeña y débil realidad?
En primer lugar, no se pueden lanzar iniciativas significativas sin una base popular amplia y activa. Organizar una base así implica educación y activismo. Educar a la gente no significa decirle en qué creer; significa aprender de ella y con ella y participar juntos.
«Una variante que conviene tener en cuenta es que si queremos cambiar al mundo más nos vale entenderlo. Eso no significa escuchar una plática o leer un libro, si bien eso a veces ayuda. Se aprende al participar. Se aprende de los demás. Se aprende de la gente a la que se quiere organizar. Todos tenemos que alcanzar conocimientos y experiencias para formular e implementar ideas»[2].
Y entender, también, que «Lo importante es que nosotros, las personas, seamos libres y plenamente conscientes de que somos parte de la naturaleza; y ese es el mandamiento que se le olvidó a Dios decir: serás parte de la naturaleza, obedecerás a la naturaleza de la que formas parte». (Eduardo Galeano)
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[1] Hessel, Stéphane. ¡INDIGNAOS! Un alegato contra la indiferencia. Editorial Destino. Barcelona 2011.
[2] Noam Chomsky. INDIGNADOS. Editorial Bola de Cristal. México 2011.
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