La Antigua Guatemala ha sido considerada como la cuna del aguacate a nivel internacional. El año pasado tuvo lugar un magno congreso de empresarios sobre tal fruto del árbol del mismo nombre, de hoja perenne de la familia de las lauráceas. En este encuentro convergieron productores, técnicos, empresas y gremiales para conocer tecnologías y avances, en términos de acercarse a los grandes mercados. Dentro de estos mercados existen acontecimientos importantes como el del Supertazón o Superbowl, la final del futbol americano, en donde se paga hasta siete millones de dólares por medio minuto de anuncio en la tele. El gran logro de los productores michoacanos ha sido ser parte de los productos estelares de este evento.
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De acuerdo con el propio Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación del nuevo gobierno electo, ya se ha pasado la etapa de las denominadas barreras fitosanitarias a cargo del poderoso Servicio de Inspección de Sanidad Animal y Vegetal del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Ahora, resulta ser que el riesgo de plagas guatemaltecas está en discusión del gran público por un período de 60 días, respecto al contenido de un documento elaborado. Resulta ser una etapa crucial, pues en caso de cualquier productor afectado del país del norte, pueden venir los clásicos torpedeos del hasta hoy malogrado libre comercio.
Dadas las escalas de producción para exportar, vale advertir que son de importancia los análisis más integrales, provenientes del sector académico, de la sociedad civil y del interés colectivo propio; y no solo los de los técnicos y expertos involucrados en el poderoso mundo de los agronegocios.
Al tornar la vista hacia Chile y Perú, territorios de la palta (así se le llama a ese oro verde por allá), y hacia México, principalmente Michoacán, bien convienen hoy las evaluaciones que suelen llegar cuando las crisis ya están presentes: la del modelo de exportación, el agrícola, el social y el de afectación del clima, los bosques y la seguridad alimentaria, entre otros.
Un reportaje reciente de Infobae (6 de marzo) detalla cómo fue que el narco se infiltró en la producción de aguacate en Michoacán, estado mexicano que contribuye con el 30 % de las exportaciones mundiales del producto, lo que crea divisas de mayor monto que las exportaciones petroleras totales de nuestro vecino del norte.
Resulta ser que la lucha por los terrenos, el control de la producción, de las marcas y de los mercados, si bien trae el ansiado crecimiento económico y de numerosos empleos, conlleva el desorden, la anarquía y los conflictos cuando hay debilidad del Estado. Y siendo Guatemala un país con un modelo fallido de justicia, bien conviene arremangarse y comenzar a estudiar también todos los bemoles de otro monocultivo más, que arrasa con bosques y mucha, pero mucha agua.
Temas como el cambio climático, la planeación territorial y la importancia de una adecuada legislación agraria resultan ser vitales cuando se instala en un área determinada una actividad que, agroecológicamente hablando, será de lugares muy poblados. Chocará entonces, cuerpo a cuerpo, con la economía campesina, por ejemplo, que sigue tan desprotegida como siempre.
Para hablar en positivo y acercándonos a las mentalidades de la cooperación técnica y financiera internacional que estará acompañando tales inversiones, bien conviene desde ya el diseño de contratos no predatorios con los productores potenciales, para que la gran plusvalía extraída no se concentre en comerciantes y distribuidores, entre otras medidas dignas de estudio desde ya.
El gobierno actual tiene un gran compromiso moral con las autoridades ancestrales, así como lo tiene con los grandes barrios populares de la Ciudad de Guatemala, y por ende con la seguridad alimentaria del medio. Bien conviene entonces pasar a estudiar los bemoles de una cultura de shucos y guacamol de propiedad mediana, a uno de grandes escalas productivas para alimentar a los fanáticos del Superbowl y sus familias.
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