¡Sea la corrupción, la violencia, el racismo y la impunidad! Y se hizo el Estado colonial: pétreo, ajeno a los pueblos; pigmentocrático, depredador de la naturaleza, inhumano, autoritario, clasista y con una capacidad de perpetuarse por los siglos, mimetizando su naturaleza y reproducción a través del discurso moralista, religioso, democrático, basado en la igualdad, el bien común, la soberanía y la sumisión de la mayoría. Retórica escrita, legalizada, instilada en la sociedad, pero nunca cumplida.
Lo ocurrido antes, durante y después de las elecciones 2023 a muchos ha extrañado; a otros los ha hecho rasgarse las vestiduras, vociferar contra el pacto de corruptos, hacer llamados a «rescatar el Estado para el Bien común, como una obligación y derecho ciudadano», a impulsar agendas integrales, con llamados a la unidad social, comunitaria, popular, campesina, urbana, etc. Pero sin acción alguna, salvo las realizadas por los pueblos indígenas que entienden el alto nivel de colonialismo que, desde 1524, atenaza el conocimiento, la conciencia, la voluntad, el pensamiento crítico, la acción política y que impide lograr la libertad y dignidad.
La historia colonial demuestra que los invasores, los criollos y los mestizos emergentes que se fueron ladinizando, en la medida en que rechazaban su raíz indígena (más tarde también algunos núcleos indígenas se ladinizaron al ponerse al servicio del amo colonial), concentraron el poder económico y político para su propio beneficio, utilizando al Estado para ello y los hechos que han surgido como luchas independentistas o cívicas, han sido y siguen siendo arreglos (pacto de corruptos) entre élites para mantener el poder. Propician cambios en el Estado antes de que el pueblo, cansado, explotado, hambriento y discriminado los haga. Ha tenido cuidado, la pigmentocracia (blancura), de estar siempre detrás, escondidos, salvo cuando el sistema está en riesgo han desplazado a la servidumbre política para ocupar directamente los espacios de poder.
Han instilado en el imaginario social, a través de la historia oficial, que el pueblo es el actor principal, cuando la realidad demuestra que indígenas, campesinos y poblados mestizos del interior del país solo han sido sus víctimas, mientras ellos siguen controlando la finca Guatemala.
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Los actores visibles involucrados en el mantenimiento del estado de las cosas son la servidumbre política de la pigmentocracia colonial, la cual en ciertos momentos clave asume directamente el papel delegado a dichos servidores (políticos, funcionarios, partidos, medios de comunicación, universidades, etc.). Ejemplo: el CACIF, icono de esa blancura política colonialista, aparece para recordar que son el poder detrás del trono y para que los «shumos», arribistas y clasemedieros políticos no les coman el mandado y que las cosas no pueden cambiar radicalmente.
Consuelo Porras, (servidumbre política, con su discurso que suda ignorancia y autoritarismo) se inscribe en esa realidad que permite recomponer el poder oligárquico, evitando poner en peligro su condición de clase dominante por efectos de la «democracia» que han diseñado, impulsado y alentado, pero que mucha democracia, para ellos, no es conveniente. A su alrededor se unen (por solidaridad racista) burócratas, Ejército, académicos y arribistas ladinos e indígenas permitidos. Pueden haber cambios, pero controlados por ellos.
Los llamados por las redes sociales, para la denuncia y la unidad, la indignación moralista, los editoriales, los foros y la molestia que demostramos, caen en tierra estéril por nuestra condición de colonizados. Habrá que superar esas formas «light» de lucha, que se han agotado en el tiempo y en la ineficacia política. Tenemos que entender que la élite colonizadora, históricamente ha estado organizada y actuando en permanencia para consolidar el poder, en tanto al pueblo lo mantienen entretenido o violentado, discapacitado políticamente con la complicidad directa del sistema político que nada ha hecho y menos quiere hacer.
Deberíamos seguir el ejemplo de las autoridades ancestrales, reserva democrática, que han mantenido su organización y creado comunidad de valores y principios que ponen en acción responsable y valientemente, superando nuestros ineficaces discursos desde lo urbano, académico y social.
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