No habrá corrido mucha agua bajo los puentes (en tanto vérsele como un personaje del pasado) porque la figura del papa Francisco no se desvanecerá en décadas o centurias y ya se está convirtiendo en una imago que, fijado en el subconsciente y el inconsciente de las personas, católicas o no, mantendrá su presencia en el tiempo y la historia.
Del día 21 de abril para hoy he visto y oído muchos reportajes (de todo tipo) a nivel nacional y mundial. La mayoría provienen de esos supra escenarios tan grandes, tan de encima, que no pocas veces sobrecogen y por ello encogen la esencia del mensaje que se quiere enviar. Por esa razón, decidí titular este artículo Francisco. Visto y sentido pueblo adentro. Porque deseo dar a conocer –desde pueblo adentro– cómo vimos y cómo vemos la figura del papa Francisco en dos momentos históricos. De ello poco o nada se ha dicho en los medios de comunicación.
Durante la pandemia: Una vez declarado el estado de calamidad, pueblo adentro nos dimos cuenta de que habría un doble rasero para recibir el auxilio destinado a nuestros prójimos y nosotros mismos (personal de salud). Y así fue. Nos atormentó y nos angustió saber que en muchos hospitales privados se exigían cientos de miles de quetzales solo para poder ingresar, no digamos de los saldos para ser tratados con medicamentos que solo paliarían los síntomas y signos sufridos, pero que no harían mella alguna en el virus de la Covid-19. Y que el material y equipo necesario no llegaría con facilidad a los pueblos del área rural. Además de saber que los hospitales nacionales estaban colapsados y su personal comenzaba a padecer un estado de terrible agotamiento. Fue entonces cuando recurrimos, en repetidas ocasiones, a esa figura del papa caminando en solitario en la Plaza de San Pedro, bajo la lluvia, a fin de llegar al atrio de la Basílica Vaticana y pedirle a Dios su auxilio. No me queda duda de que millones de personas vieron esos videos, sí me queda duda de cuántas supieron del hálito que nos dio, pueblo adentro, sentirnos en las mismas condiciones que él y con la esperanza de una respuesta de lo alto que al fin llegó. No como vacuna, no como antivirales (que sí aparecieron meses después), sino como un ejemplo de fe y un estado de ánimo que nos impelía desde la esperanza a partir de ese 27 de marzo del año 2020.
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Después de la pandemia: La debacle que provocó la crisis sanitaria mundial acentuó en nuestras comunidades la migración. Pero más allá del éxodo local, nuestras comunidades se convirtieron a la vez en territorios de paso. Y comenzamos a sentir en carne propia la aporofobia[1]. Doble rasero en nosotros también. Lástima del diente al labio por los que se iban y rechazo por los que estaban de paso y pedían una ayuda mínima para subsistir el día a día. Fue entonces cuando, el 25 de septiembre de 2022, nos llegó su mensaje: Construir el futuro con los migrantes y los refugiados con motivo de la 108ª. Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado 2022. El cuarto párrafo de su mensaje rezaba: «Nadie debe ser excluido. Su proyecto es esencialmente inclusivo y sitúa en el centro a los habitantes de las periferias existenciales. Entre ellos hay muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata. Es con ellos que Dios quiere edificar su Reino, porque sin ellos no sería el Reino que Dios quiere. La inclusión de las personas más vulnerables es una condición necesaria para obtener la plena ciudadanía. De hecho, dice el Señor: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver” (Mt 25,34-36)»[2].
Este mensaje –y de ello también muy pocos saben–, fue asumido por algunos grupos laicales como una fuente de agradecimiento a Dios por haber salido indemnes de la peste. Fuente porque señalaba acciones concretas por realizar, y así, desde proveerles un vaso de agua hasta ofrecerles ayuda temporal, los migrantes en tránsito (en ciertas regiones del interior) tuvieron algún alivio y cuando menos, no se sintieron rechazados.
Los dos escenarios anteriores sucedieron pueblo adentro.
Y en la atmósfera actual, el cotarro sobre quién será el futuro papa estará más fuerte que hace una semana. El número y nombre de papables conservadores van y vienen por todas las redes sociales. Para infortunio de quienes los preconizan, déjenme contarles que revisados los contextos de las elecciones papales desde Pío XII hasta Francisco, las propagandas y los vaticinios no han dado ciertos. Se ha elegido a quién menos se creía posible como sucedió con el cardenal Jorge Bergoglio.
Así pues cobrará vigencia, otra vez, un dicho muy antiguo y muy de sacristía adentro: «El cardenal que entra a un cónclave creyéndose el próximo Papa (sic), sale más apabullado que sacristán».
Hasta la próxima semana, si Dios nos lo permite.
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[1] Neologismo acuñado por Adela Cortina que significa rechazo al pobre.
[2] https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/migration/documents...
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