Veo pasar vehículos livianos contra la vía e imagino la lógica de quienes los conducen: todo mundo lo hace, ¿por qué no puedo hacerlo yo? Luego pienso en la aglomeración desordenada que habrá más adelante y me molesta que nadie haga nada, que la PNC pase sin inmutarse, que las unidades de Provial no pongan orden. Escribo en X y amablemente alguien en Provial pone su teléfono a disposición. Ya van casi seis horas de espera en un tramo de no más de 15 kilómetros, antes del Puente El Arenal, a la altura del Kilómetro 162 de la Ruta Jacobo Árbenz, la famosa ruta al Atlántico.
En Provial me responde un operador muy amable que no necesitó utilizar su lenguaje corporal para expresar empatía y resumir que no pueden hacer nada porque la gente no hace caso y su presencia es muy limitada en recursos. Para esa hora ya no eran solo vehículos livianos. Cabezales con carga, buses y cualquier otro tipo de vehículo circulaban contra la vía y trataban de salir del asfalto cuando se encontraban de frente con el transporte pesado.
Al menos cuatro accidentes logré identificar en las casi trece horas que estuve en el tráfico y puedo afirmar que, como en otras rutas, no hay Estado, no hay orden, y la gente puede manejar como le da la gana. Si solo se tratara de tiempo y altos costos para transportistas y usuarios no sería poca cosa, pero es un asunto de seguridad, de presencia obligada del Estado.
Para ser más específicos con este caso que se repite en otros Municipios: el puente El Arenal, a la altura de Gualán, Zacapa lleva alrededor de tres años en reparación. Ese plazo ya suena absurdo tratándose de una de las principales rutas terrestres del país. Pero lo peor es que se programan y ejecutan trabajos sin soporte logístico, sin anuncios previos en ruta, sin advertencias en redes.
En una búsqueda hallé reportes de transportistas que referían hasta quince horas de espera si poder cruzar ese tramo. Además, en buena medida, la espera se extiende porque sobran las personas que con arrebatos de inteligencia manejan contra la vía esperando que mágicamente se resuelva su situación.
¿Hay alguna solución posible? Sí. En el corto y mediano plazo urge que la PNC y Provial cumplan su cometido. En el mediano plazo es indispensable retomar el proyecto inicial de Provial para poner algo de orden en rutas nacionales como mínimo: cámaras, controles, multas que duelan, presencia institucional ¿es mucho pedir que se cumpla la ley de tránsito?
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Lo anterior evitaría, en alguna medida, que las comunidades desesperadas sigan construyendo túmulos. Del mismo modo, los accidentes por sobrecarga de pasajeros podrían reducirse con controles efectivos y visibles. Recordemos que los seguros que los transportistas objetan sirven cuando ya hay una tragedia. Finalmente, tampoco hay control sobre el peso de los vehículos de carga porque no hay básculas, no hay regulación efectiva, o dicho en suma: no hay Estado controlando territorio y eso no se aplica ni siquiera a las rutas nacionales.
Tampoco debemos olvidar que la ruta Jacobo Árbenz conjuga los elementos que han servido históricamente para privatizar lo público, es decir, abandono premeditado que justifique la entrega de bienes públicos, primero, del mantenimiento; luego, eventualmente, de las rutas. Esa lógica neoliberal ha abierto paso inadvertido para proyectos como la VAS que, siendo una carretera privada, brinda un buen servicio, pero no he logrado hallar nada acerca del momento y la forma en que esos terrenos pasaron de ser públicos a ser propiedad privada. Tampoco se habla de la lógica perversa de esas carreteras privadas: ¿puede existir motivación para que los alcaldes del Sur de la Ciudad mantengan sus carreteras y calles en mal estado? Porque si las calles actuales se amplían y se reparan ¿no habría acaso razón para usar la ruta pública y no la privada?
En suma, las carreteras son un tema sensible, importante, tanto estratégicamente como para lo cotidiano y operativo de particulares y del Estado.
Urge poner orden, y eso implica aplicar la ley, poner multas que duelan, implementar controles de velocidad, alcoholemia, carga excesiva y otras exquisiteces como usar el cinturón de seguridad o el casco para quienes viajan en moto. O detalles como evitar que viajen hasta 5 seres humanos en un vehículo de dos ruedas.
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