Las orquestas sinfónicas en el mundo han incluido en sus repertorios más música pop y de bandas sonoras. La BBC Concert Orchestra es un ejemplo de esta diversificación, con sus más recientes eventos que van desde el réquiem de Verdi hasta lo mejor de Julie Andrews en los noventa.
Esta tendencia ha llegado a Guatemala, donde diferentes agrupaciones de música instrumental organizan conciertos de música académica (o clásica ¿por qué no?) como también conciertos de anime, videojuegos y música pop. Estas son buenas noticias para la música en Guatemala. Sin embargo, los músicos, como muchos guatemaltecos, se enfrentan a la difícil realidad del desempleo.
La música académica es el género en la que se especializan escuelas y conservatorios del país. Y muchos de los músicos comienzan una carrera desde la infancia o adolescencia, así es el arte profesional. Como en cualquier institución, hay deficiencias, pero el sistema educativo es bueno si de adquirir experiencia en ejecución se trata, que abarca la técnica instrumental hasta la interpretación en vivo (en orquesta, música de cámara o solista).
En el último período, el Ministerio de Cultura (y Deportes) ha incentivado la participación en sus programas de formación artística. También cabe mencionar que se han visto esfuerzos por mejorar los programas. Es innegable que la educación artística tiene efectos positivos sobre una sociedad. No obstante, la otra realidad es que parece ser un campo laboral baldío para las nuevas generaciones.
En los años pospandemia, nuevos profesionales de la música académica se han movilizado para crear fuentes laborales y mejores oportunidades para el gremio. Como cualquier profesional, aspiran a un empleo digno en su área de especialidad.
Para sorpresa de nadie, en Guatemala nos faltan datos. De acuerdo con el sitio web del Ministerio, hay nueve conservatorios. Solo la Municipalidad de Guatemala tiene información sobre sus escuelas de arte, donde once se enfocan en música. Es sorprendente la cantidad de profesionales que forman cada año en contra parte de las ofertas laborales formales a las que pueden aspirar. Aun así, los diputados preguntan ¿para qué necesitamos otra orquesta sinfónica? La respuesta es clara: porque una sola no basta para nadie.
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¿Por qué debería importarle al Estado la música académica? Si tiene la responsabilidad de atender las necesidades culturales de su gente, entonces este tipo de expresión artística no puede quedar fuera. El pueblo es el Estado, y su acceso a las artes no debe entenderse como un privilegio, sino como parte de su dignidad. Como plantea Aníbal Monasterio (2017) en su texto sobre economía cultural, las artes construyen al Estado porque generan orgullo cívico y sentido de unidad. Sin embargo, en un país pluricultural como el nuestro, esto aún no es suficiente: ni para los artistas ni para los públicos.
Para hacer arte y cultura se necesitan fondos. Algunos solistas y pequeñas agrupaciones han logrado financiamiento privado, pero eso cambia cuando se trata de ochenta personas. Proyectos de esa escala requieren más apoyo. Incluso así, sus beneficios a largo plazo para la sociedad son claros. Y después de todo, ¿no es eso lo que debería implicar la descentralización del arte?
De todas las artes que el país exporta, la música clásica es la menor de ellas. Esto no siempre fue así. En el pasado, Guatemala destacó por sus maestros a nivel internacional. Sin embargo, eran otros tiempos y también debe tomarse en cuenta que había menos músicos que contratar.
Recientemente se abrió la convocatoria para la Orquesta de Occidente. Junto con esto, el Ministerio también creó grupos de música de cámara. Sin embargo, aún son muchos los profesionales que apuestan por este arte y piden a los funcionarios públicos que los escuchen.
Los músicos académicos también tenemos el deber de difundir nuestra labor dignamente. Los tiempos han cambiado. La tecnología es nuestra realidad y puede ser una herramienta a nuestro favor. Es importante adaptarnos al mercado, aunque debamos aprenderlo sobre la marcha.
Cada uno de nosotros se formó en una institución de la que forma parte orgullosamente. También podemos hacernos sentir orgullosos de pertenecer a un gremio unido y organizado. Recuerden que nuestra labor es colectiva y como bien expresan varios colegas de las letras: el poder está en las comunidades.
La necesidad es actual y urgente, como casi todo en nuestra realidad nacional. La música académica no es más ni menos importante que otras cuestiones necesarias para ser una verdadera nación. Todavía estamos a tiempo para construir un presente estable, pero también para dejar un camino más digno a las generaciones que vienen. ¿Por qué tendrían que sufrir lo que nosotros podemos mejorar ahora?
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