¿Si la defensa de la democracia estatal fue la razón más visible del levantamiento, y si el retroceso democrático afecta a toda la población, excepto a las elites y grupos dominantes, por qué la mayoría de la sociedad no acuerpó al movimiento? A excepción de algunas islas organizativas como la Bethania y estudiantes de universidades privadas.
Sin ser el objetivo que el presidente asumiera, pero fue un efecto colateral, ¿por qué en el gabinete de gobierno, a excepción de unas dos figuras indígenas, resalta la pigmentocracia blanca europea, intelectuales de gabinete y roscas cercanas al gobierno, sin raigambre en bases sociales?
En grandes eventos, ferias de libros, foros, diálogos socio políticos y académicos, financiados por el gobierno o cooperantes, participan artistas y personajes de renombre internacional ¿por qué hombres, mujeres e indumentarias, solo adornan las fotos, sin mayor participación? ¿Por qué Joan Manuel Serrat y no Sara Curruchich?
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Desde el levantamiento, abundan los espacios de discusión y reflexión sobre autoridades ancestrales. Sin embargo, los organizadores, personas e instituciones son ajenas a los pueblos y ¿por qué los objetivos de dichos eventos responden más a curiosidad académica que a verdaderos compromisos de acompañamiento, valoración e inclusión? ¿Por qué las interrogantes giran sobre los pueblos? ¿Cómo se logró la articulación de cientos de comunidades? ¿Quién financió o quién las organizó y qué futuro plantean los pueblos en cuanto a seguir luchando por la democracia?
Se interroga a los pueblos, y no a las clases medias urbanas, en su mayoría ladino-céntricas —como la universidad estatal, los partidos políticos y los funcionarios— sobre su indiferencia y apatía ante el levantamiento y el deterioro de la democracia. Y, sobre todo, se les cuestiona: ¿cómo la defenderán? ¿Solo desde el discurso?
En los estudios antropológicos, la mayoría se realiza tomando como objetos de investigación a indígenas, pueblos ancestrales, territorios, derechos, cosmovisión, arte, indumentaria etc., que se traducen en infinidad de publicaciones que pocos leen y poco se devuelve a los investigados. ¿Por qué no hay centros de investigación financiados con recursos públicos y privados, donde los pueblos y sus intelectuales sean sujetos y no objetos? ¿Por qué las universidades son monoculturales de raigambre y herencia colonial?
Los desalojos violentos de sus tierras ancestrales —amparados por el Ministerio Público, algún juez y la Policía Nacional, en operativos que parecen de guerra, con decenas de vehículos, armas de grueso calibre y una violencia desmedida— no son hechos aislados: han ocurrido durante 500 años. ¿Por qué no se actúa de igual manera con los dueños de fincas, militares y políticos que se han apropiado de tierras nacionales, comunitarias, áreas protegidas? ¿Por qué se encarcela a mujeres indígenas pobres que venden musgo en la época navideña, no a los grandes depredadores? ¿Por qué las autoridades afectan a unos y privilegian a otros?
La Ley de aguas promovida por el Ministerio de Ambiente —iniciativa que se sumará a otras 15 anteriores— realiza diálogos para recoger insumos que alimenten dicha propuesta; sin embargo, son diálogos mediatizadores, que no difieren de los de gobiernos anteriores, sin representación legítima y con metodologías que no encajan con la práctica de discusión y reflexión de los pueblos. ¿Por qué no se realiza la consulta, como lo establece el Convenio 169 —de rango constitucional—, en lugar de invitar a dedo o dialogar con entidades como las autoridades ancestrales, cuya misión y función difieren totalmente de la de los comités de agua, que han existido históricamente en las comunidades y son los directamente afectados?
¿Por qué no establecer una comunicación conjunta con el sector empresarial, los comités de agua, las autoridades ancestrales y las organizaciones sociales, a fin de garantizar que se privilegie el agua para el consumo humano comunitario-urbano y la sostenibilidad, y solo en segundo lugar para el uso productivo?
En el espacio público, el racismo se manifiesta de manera menos visible, mientras que aumenta la presencia simbólica y contrahegemónica de los valores identitarios del pueblo maya, especialmente a través del arte. No obstante, en las relaciones sociopolíticas y culturales el marginamiento o el rechazo a la inclusión de pueblos indígenas demuestra la existencia del racismo moderno, estructural, más sutil —light—, menos evidente empíricamente, pero con impactos reales. Esto demuestra que en el inconsciente social el racismo no ha desaparecido, a pesar de actitudes y narrativas correctamente políticas donde la razón no prevalece, pero sí la emotividad racista.
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