Se contó con la presencia de nuestro Rector, el P. Miquel Cortés Bofill, S.J.; de nuestro Vicerrector Financiero y Administrativo, Hosy Orozco; de nuestra Directora de Gestión del Talento Humano, Mgtr. María Elena López de Contreras; de personal del Centro Landivariano de Salud Integral –CELASI– « P. Pedro Arrupe, S.J.»; de funcionarias del Ministerio de Trabajo y Previsión Social, y autoridades locales del Ministerio de Salud y Asistencia Social, representantes ediles y personeras de organizaciones como Pastoral Social y otras similares, de la Diócesis de Verapaz.
Alguien me preguntó con mucho interés cuál era el propósito de establecer una sala de ese tipo en nuestro Campus. Le respondí de forma sucinta y sustentado en autores varios: «La importancia de una sala de lactancia en una institución estriba en la posibilidad de que las madres puedan amamantar a sus hijos durante las jornadas laborales y/o de estudio. Ello permite una actividad ecuánime entre el amamantamiento y la actividad que se esté desarrollando en la cotidianeidad. Aumenta mucho, pero muchísimo, el sentido de pertenencia afectivo entre madre y lactante, y también institucional. Aparte de todos los beneficios que nos provee la lactancia materna de los cuales ya sabemos por información recibida y experiencia propia».
Durante su discurso, la Magíster Juana Celestina Sotz Chex, Jefa de la Unidad de la Mujer Trabajadora del Ministerio de Trabajo, resaltó: «La Universidad Rafael Landívar es la primera universidad amiga de la lactancia materna». Vale decir que, por tal labor, dicho Ministerio y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), otorgó a la universidad el certificado «Espacio amigo de la lactancia». La primera sala lleva el nombre de Sor Ángela Lazo y funciona en el Campus San Francisco de Borja, S.J., de la ciudad capital de Guatemala.
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Nuestra sala se denomina Ramona Molina de Contreras. Y la razón de la escogencia de dicho nombre es el siguiente: doña Ramona Molina de Contreras fue una comadrona que desarrolló su labor en una época difícil para el ejercicio de la medicina y la enfermería en Alta Verapaz. Me refiero a la primera mitad del siglo XX cuando no se contaba ni siquiera con un nosocomio que pudiera calificarse de tal y a ella se le conocía por su vocación de servicio y su disponibilidad para atender a las personas más necesitadas. Vestida siempre con su traje de mengala (que implicaba en la región la vestimenta del mestizaje no violento) acudía y estaba el día y la hora precisa para realizar su trabajo.
Académicamente, personificó la transición entre los conocimientos ancestrales de los pueblos con relación a la atención de partos y la llegada de los procedimientos y técnicas de la escuela francesa primero, y la escuela norteamericana después, debido a que los médicos que llegaban a la Verapaz, casi siempre itinerantes, procedían de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Carlos cuyo pénsum obedecía a dichas escuelas. Como mérito, nunca se descontextualizó del escenario cultural y, en vía contraria, lo puso en sintonía con los nuevos modelos gineco-obstétricos. Mantuvo un profundo respeto por las costumbres y tradiciones de las personas a quienes servía aplicando, cuando era necesario, las nuevas técnicas occidentales. Entre sus haberes, dominaba los idiomas mayas de la región.
El rescate de su vida por medio documental y de la tradición oral nos indica que calculaba, de acuerdo con los ciclos lunares y otros atinentes a las cosmovisiones, las fechas probables de parto de las señoras a quienes daba seguimiento y así, se apersonaba en poblados o aldeas cuando ella lo creía conveniente. Ha de tomarse en cuenta que no había medios de comunicación como los actuales. Si mucho se contaba con telégrafo entre las cabeceras departamentales y las municipales.
Su vida fue un ejemplo de servicio. A este servicio justamente, un médico ya radicado en Cobán en los años 70 del siglo pasado lo adjetivó como El apostolado de la atención del parto. No se sabe de cobro alguno que haya hecho. Ella aceptaba lo que bondadosamente le retribuían y no pocas veces utilizó esa retribución para proveérselo a otras personas más necesitadas. Por esa razón se nominó dicha Sala de Lactancia Materna con el nombre de tan insigne señora.
Concluyo este artículo reiterando que, un principio clave de la espiritualidad ignaciana es el cuidado integral de la persona. Nuestros proyectos tienen como objetivo mejorar la calidad de vida de nuestras comunidades y por ello contamos, en nuestro nuevo modelo universitario, con la Política de Lactancia Materna aprobada por el Consejo Directivo de la Universidad en julio del año 2024.
Como todo lo que hacemos: A mayor gloria de Dios (que es la vida del hombre y del pobre).
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