Ese que nos va dejando más pobres cada vez, de recursos, de democracia, de derechos y libertades. Ese que nos quiere acostumbrar a odiar, a normalizar la crueldad cotidiana. Sí, ese mismo, el que nos ha hecho retroceder a las trincheras de la alerta permanente, del silenciamiento y la opacidad.
¿No lo sintió?
Aunque estoy tentada a responsabilizarle por su falta de empatía con tamaño movimiento de estructuras, no lo haré porque, en realidad, «no es culpa suya». No del todo, pues. El zangoloteo actual es fuerte, viene de las profundidades, pero no es nuevo. Se fue creando paulatinamente, un día por acá, otro por allá y después por acullá. Y mientras todo se movía, a usted se le fue acostumbrando el cuerpo y la mirada. Y por eso me dice hoy que no, que no se da cuenta de qué temblor le estoy hablando.
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Voy a explicarle por qué creo que no es solo «culpa suya»: el tambaleo que están creando los poderosos hoy, ajustándole las tuercas siempre a quienes menos tienen, explotando y ninguneando a aquellas personas que sostienen su modo de vida. En definitiva, para que este modelo de explotación siga intacto. Quienes se benefician de este orden han construido sociedades en las que los seres humanos hemos dejado de empatizar con los dolores de las personas con quienes convivimos.
Entonces, así como nos acostumbramos a la explotación hasta la barbarie de los cuerpos y la rapiña de los recursos naturales, también «aceptamos y normalizamos» lo que les pasa a las otras personas. Para que su dolor no vibre en nosotros, que seamos incapaces de solidarizarnos, de hermanarnos, de forjar comunidad. A este proceso en el que nos vamos desvinculando de lo que nos conecta con las demás personas, Rita Laura Segato lo llama pedagogía de la crueldad.
La vida se nos ha quedado desprotegida, en la intemperie, con derechos suspendidos, agrega. Derechos que esos mismos poderosos pisotean, sin que se pueda hacer mucho más que, apenas, indignarnos, seguir con nuestras vidas porque así nos necesitan para crear este monstruo de muchas cabezas que hoy tenemos enfrente.
¿Qué monstruo?, preguntará usted.
Póngale usted el nombre que quiera. Yo les voy a llamar «gobiernos de la crueldad» como ha dicho Verónica Gago al gobierno argentino. Pero no se crea que es solo allá, en realidad están bastante cerca. Es fácil identificarlos, son profundamente autoritarios, misóginos, antiderechos y patanes. Atentan, criminalizan e intentan controlar a mujeres, pueblos indígenas, periodistas, disidencias sexuales, quienes defienden derechos. Se lo resumo: ellos claramente están en guerra, van contra todas las personas que no piensen como ellos.
Se burlan, son cínicos, insensibles, esparcen el odio y lo disfrutan. Son voraces, no tienen límites, ni quieren tenerlos. Inventan mentiras y las distribuyen en sus redes sociales, pagan para tener lo que quieren porque tienen dinero para comprar el mundo y, encima, se inventan que están allí «porque se lo merecen», «porque son los elegidos».
¿Se da cuenta de a qué temblor me refiero? Ojalá que «lo sienta» porque si no, será difícil plantarles cara y cuerpo. Organizar barricadas para enfrentar la crueldad con empatía, el individualismo con colectividad y la apatía con organización social y política.
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