Intentar definir qué es el arte contemporáneo en la actualidad en Guatemala puede parecer una tarea compleja, sobre todo, pensando en las tensiones permanentes en las que está inserto.
Lo contemporáneo pensado como aquello marcado por el tiempo en el cual las certezas se desvanecen, los ritmos se vuelven vorágines, y la «iluminación» de la modernidad más bien es hoy penumbra o claroscuros que solo nos dejan ver entre las sombras. La contemporaneidad nos ha obligado a mirar en los escondites, en los intersticios entre distintas temporalidades que, a su vez, unen y desunen el pasado, el presente y futuro, ya no pensados como sucesión, sino como sincronía. El arte, que ya no puede ser enunciado en singular, sino desde su multiplicidad y que, por tanto, se ha transformado en un cúmulo de operaciones que merecen ser analizadas desde sus condiciones de producción. Y, luego, el arte —contemporáneo— en Guatemala. ¡Vaya entelequia amenazante!
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A pesar de ello, Juan Blanco y yo nos embarcamos hace unos años en la tarea de impulsar un diálogo —muchos diálogos— sobre estos tópicos. Convocamos a una serie de personas vinculadas a estos mundos fronterizos entre las artes y la academia —artistas, curadoras, académicas/os, periodistas, pensadoras/es, músicos, performers— con la intención de profundizar en torno a la disputa del sentido mismo de la realidad porque, al final en Guatemala, el arte más que una expresión estética ha sido resistencia, memoria, crítica. Deseo de transformación.
De ese polílogo nació «Perfiles del arte guatemalteco en el siglo XXI», dos tomos que reúnen las reflexiones y aportes de una decena de autoras/es de distintos campos del conocimiento, disciplinas y experiencias en torno a esas preguntas que nos despierta ese proceso complejo y plural en el cual el arte y sus transformaciones estéticas, políticas y sociales son un campo de disputa por el sentido de la(s) realidad(es) en Guatemala.
La apuesta es también un ejercicio de descolonización del pensamiento estético en el país. Se plantean los conflictos en torno a la imposición de cánones estéticos dominantes y mecanismos institucionales de legitimación. Se proponen miradas críticas y enfoques plurales sobre las prácticas artísticas locales. Esto es especialmente relevante porque, en un contexto tan áspero y violento, los relatos se han quedado cortos. Es necesario romper con lo heredado y ya conocido para poner el foco y desnudar lo que no se quiere ver, lo que ha sido invisibilizado.
No queríamos que las páginas ofrecieran certezas, sino preguntas que pudieran encauzar el movimiento perpetuo que caracteriza al arte en estos tiempos donde nada está cerrado y siempre hay algo más por decir, por mirar, por sentir. Los tomos constituyen una apuesta al pensamiento crítico comprometido con la reconfiguración de los pensamientos y las prácticas y son, a su vez, la expresión de una preocupación política ya que apostarle al arte en Guatemala siempre implica una forma de sobrevivir, un punto de fuga para resguardar la vida, cuidar la memoria e imaginar resistencias para crear futuros posibles.
Este esfuerzo editorial fue posible, luego de un prolongado proceso, gracias a la Vicerrectoría de Investigación y Proyección de la Universidad Rafael Landívar y será presentado en el Centro Cultural de España el miércoles 30 de abril, a las 18:00 horas. Nos acompañarán Rosina Cazali Escobar y Aida Toledo para conversar sobre algunas de las preguntas que guiaron la propuesta: ¿Cuáles y en qué momentos históricos se han dado esas disputas y tensiones en el arte contemporáneo en Guatemala? ¿Qué sujetos han encarnado dichas tensiones? ¿Cuál es la relación entre arte y academia en Guatemala en el siglo XXI? ¿Qué normatividad regentea el arte en el siglo XXI? ¿Qué experiencias de liberación impiden o estimulan tal régimen? ¿Qué mundo(s) (des)fundamenta el arte? ¿Qué tendencias? ¿Qué (des) encuentros genera?
Ojalá este diálogo continúe con ustedes y nos acompañen el 30 en la presentación. Les esperamos.
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