Sobreabundan entonces palabras como solidaridad, empatía, compasión, apoyo, ayuda y protección, entre otras. Estas, poco tiempo después, quedan invisibilizadas en las redes sociales por aluviones de culpas endosadas, algunas ofensas desde cuentas anónimas y comentarios que dejan al lector intentando establecer qué se quiso decir.
En esa repetición de las calamidades, el 10 de febrero recién pasado sucedió la caída de un bus repleto de pasajeros desde una calzada cercana al Puente Belice hacia un barranco de más de 30 metros de profundidad. Abajo, había un río de aguas negras. Allí terminó el desplome del automotor. La cauda fue terrible: más de medio centenar de fallecidos y otros tantos heridos. La noticia se conoció a nivel mundial, tanto así que hasta el papa Francisco se pronunció mediante una carta firmada por el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de El Vaticano, fechada el 12 de febrero de 2025. En la esta el Papa ofrece sufragios por el eterno descanso de los difuntos, hace llegar sus condolencias a los deudos, deseos de pronto restablecimiento a los heridos y envía su bendición apostólica como signo de esperanza en el Señor Resucitado[2]. El destinatario es Mons. Gonzalo de Villa y Vásquez, Arzobispo de Santiago de Guatemala.
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A diferencia de otras tragedias, destacó esta vez una serie de acciones muy identificadas con la solidaridad como sinónimo de fraternidad sin desvincular la generosidad, la responsabilidad y la cooperación como basa de una recuperación del tejido social golpeado. Provino de sectores gubernamentales, edilicios, instituciones privadas y otras que están desplegando una cobertura de apoyo que va desde los aspectos económicos hasta el seguimiento psicológico de las personas afectadas (deudos, bomberos y periodistas que cubrieron el terrible suceso entre otros). Un ejemplo de ello es la atención psicológica gratuita que la Universidad Rafael Landívar notició de inmediato en dos de sus sedes: El Centro Landivariano de Prácticas y Servicios de Psicología y el Centro Landivariano Integral de Proyección, P. José Ignacio Scheifler, S.J. (Localizados en la zona 1 y en la zona 9 de la ciudad capital). Todos sabemos que un tipo de atención como el que se está proveyendo no es ni puede ser a corto plazo.
Importante es entonces que nosotros, como población, entremos en intelección de que la solidaridad va más allá de muestras verbales y gestuales de apoyo, y que la suma del aporte de unos y otros en beneficio de las personas afectadas convierte la solidaridad de una acción meramente altruista y efímera en uno de los valores humanos más sublimes. Sobre todo, si esas sumas transmutadas en acciones a largo plazo implican (también) dejar de lado ideologías, credos y diferencias de todo tipo entre las personas que apoyan.
No faltan los portavoces de lo opuesto. Por ejemplo, en un momento de crisis como la sucedida durante y después del accidente del 10 de febrero en mención, quienes deben estar en el lugar son aquellas y aquellos que saben cómo resolverla. Me refiero a bomberos, socorristas, personal de salud entrenado para tales situaciones y las autoridades municipales y estatales encargadas de facilitar el trabajo de quienes están incluso, arriesgando su vida como lo hicieron los bomberos durante esa madrugada. Otro tipo de personas solo llega a estorbar. Por esa razón, quienes hemos trabajado en emergencias hospitalarias o hemos tomado las capacitaciones necesarias para hacer frente a una crisis similar o a un desastre decimos con frecuencia: «Mucho hace el que poco estorba». Y ese estorbo puede ser, desde la presencia donde no se debe estar (porque no se tiene la experiencia para aportar algo) hasta comentarios en redes sociales que solo provocan incertidumbre y desazón en las personas afectadas y sus familiares. Es preciso recordar que la vulnerabilidad psicológica de los damnificados es enorme. Así las cosas, un comportamiento semejante estará siempre en oposición a la auténtica solidaridad.
De seguir el apoyo que se ha noticiado y que está concretándose, se habrá optado por el derrotero de la solidaridad como la entiende la doctrina social de la iglesia: «Un sinónimo de igualdad, fraternidad, ayuda mutua, en un todo unido a los conceptos de responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación y participación»[3].
Quizá por fin comencemos a evitar que los desastres nos cierren vuelta. Ese tipo de accidentes no debe de seguir sucediendo.
Resignación y paz a los deudos de los fallecidos y pronta recuperación a los sobrevivientes.
Conste, la paz debe ser fruto de la justicia[4].
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[1] https://www.plazapublica.com.gt/content/los-desastres-nos-siguen-cerrand...
[2] https://agn.gt/papa-francisco-envia-mensaje-a-guatemala-por-accidente-en...
[3] https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-9308201000....
[4] https://ucsc.cl/medios-ucsc/blogs-academicos/la-paz-es-fruto-de-la-justi...
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