«Guatemala está dentro de los países que no garantizan la libertad de expresión, debido a que existe una instrumentalización del sistema de justicia, que se opera desde el Ministerio Público (MP) y que criminaliza la labor periodística, expuso el Índice de Chapultepec de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)»
Esas dos palabras del título, con un tremendo significado, debieron inundar las redes sociales, los medios de comunicación y tertulia obligada en la sociedad. Pero no fue así, no porque fuera un acto intrascendente, sino porque los intrascendentes somos nosotros, los distintos, segmentos, grupos, clases y pueblos de la sociedad.
El que pasara inadvertido para la mayoría el calvario de más de dos años que sufrió Rubén Zamora, marca la calidad de sociedad que constituimos, donde los valores de solidaridad, la indignación, el pensamiento crítico y otros están ya casi ausentes. Y no queremos entender la gravedad del sistema de poder del Estado, que arrastra rémoras violentas, fascistas, clasistas y racistas que hacen el país de la pobreza, enfermedad hambre y exclusión de la mayoría.
Nos sentimos cómodos en nuestro microespacio que permite el sistema, con ingresos precarios, «taloneando» recursos para el día a día, viendo cómo nuestros hijos, familiares, vecinos o compatriotas salen expulsados del país en las corrientes migratorias. Todo esto con la complacencia de las elites que controlan, ejercen o manipulan el poder político y económico, cuyo máximo interés es que aumenten las remesas, independiente del drama humano asociado.
Vivimos entretenidos en espectáculos banales que el sistema nos ofrece para gozar una felicidad ficticia y sentirnos realizados en la autoexplotación. Indiferentes a la miseria humana que nos rodea y que nos atrapará, tarde o temprano, de no reaccionar con indignación y responsabilidad ciudadana.
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No es por consuelo, pero ver esposado a Zamora, igual que las autoridades ancestrales que defienden la vida en sus territorios, que hasta en los pies les imponen grilletes cual sangrientos criminales, es una imagen de dignidad de la nación vapuleada. En el rostro de Rubén, a pesar de la jauría que lo persigue, a veces sin la solidaridad que debería ser, se ve una actitud serena que difiere de las imágenes de los corruptos que en buena hora fueron encarcelados y en mala hora liberados, que se taparon los grilletes o la cara con alguna manta o suéter, para aparentar una dignidad ausente.
Esos aliados a la corrupción están libres sin merecerlo. Rubén está libre porque contra la dignidad no pueden los corruptos.
Por eso he insistido en analizar la colonialidad en su complejidad para trazar rutas de liberación del colonialismo que aún tiende su sombra, 500 años después. Aníbal Quijano introduce el concepto de «colonialidad del poder» para describir cómo el colonialismo estableció un sistema de dominación que persiste en la actualidad. Es la dominación política, económica y jurídica que sufre la población: La colonialidad se caracteriza por la imposición de un sistema político y económico que beneficia y que controlan las elites y margina y criminaliza a sus más preclaros defensores, como Rubén Zamora.
La colonialidad son relaciones de poder, conocimiento, cultura y economía que se establecieron durante la colonización y que persisten en la actualidad, perpetuando la dominación y la desigualdad entre las sociedades y culturas colonizadas y las potencias coloniales.
El pacto de corruptos, que actúa para los dueños del país, ha ampliado sus redes y vasos comunicantes, dejando de lado la independencia de poderes, la representatividad que el pueblo les ha dado. Al final de cuentas se ha convertido en el instrumento para apagar los fuegos de la resistencia, la denuncia y las luchas dignas por la democracia.
Por eso, Zamora estuvo secuestrado por el sistema que no permite voces disonantes que cuestionen la corrupción y la impunidad que sostiene su permanencia y reproducción.
Dicen los mayores: la maldad no descansa y la bondad es esporádica y difusa. Por eso, la fundación proterrorismo, el MP, la CC, el Organismo judicial y el Congreso actúan íntimamente relacionados para defender esa vida «nobiliaria de cartón», que constituye su finalidad a costa del sacrificio y dolor de la población y de sus más preclaros defensores como Zamora, las autoridades ancestrales, los líderes comunitarios, periodistas independientes y todos aquellos que aún guardan en su morral algunos resabios de dignidad, responsabilidad y valor.
¡ZAMORA en libertad!
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