A pocos días de que la ciudad se convierta en el escenario centroamericano de la poesía (y decirlo no es exagerar) a la gente que asumimos la tarea de mantener con vida este evento, nos late el corazón más fuerte. El cansancio de varios meses, los desvelos y los días de reunión en reunión darán sus frutos, porque es así, creer firmemente en que la poesía cambie por unos días la realidad, que la palabra poética llegue a diferentes lugares, es sembrar esperanza en este país que se nos derrumba, en este país de bloqueos eternos.
Me ha tocado por muchos años presentar el proyecto en diferentes lugares y personas, me ha tocado convencer y explicar las razones, las muchas razones por las cuales un festival de este tipo es importante para sociedades divididas y sumidas en el miedo y la desconfianza, y entre muchas respuestas negativas, ha sido hermoso ver como se transmite la ilusión, cómo mucha gente se activa, se suma de forma desinteresada y aporta su corazón, sus energías, su dinero, todo con la plena convicción de que la poesía sea el puente que logre unirnos desde nuestras diferencias y nuestros puntos en común. Créanme, se puede, lo he visto.
Luego de la segunda guerra mundial, poetas como Wislawa Szymborzka junto a otros poetas polacos iban a hospitales a leer poesía a los soldados heridos. En la década de los sesenta, en México, Octavio Paz, junto a otros poetas, hacían recitales en parques y mercados. En los noventa, en Medellín Colombia, un grupo de poetas en medio del momento más fuerte de la guerra del narcotráfico, respondían a la violencia con la palabra. Hoy, el Festival de poesía en Medellín es sin dudas el más grande del mundo y gracias a su ejemplo, han nacido muchos festivales, incluido el de Quetzaltenango.
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Que este Festival que hacemos con amor y compromiso sea, primero, una oportunidad para que el pueblo guatemalteco escuche poesía de diferentes países y culturas, y que está motive la reflexión, que nos veamos de frente y pensemos que es posible nuevas formas de convivencia, más humanas, conectadas con su esencia ancestral, con la herencia poética que se resguarda en las montañas, en la tierra y en el cielo. Por otro lado, que este festival sea una prueba certera de que el arte y la cultura juegan un papel fundamental en el ejercicio ciudadano, yo esperaría que las diferentes organizaciones, públicas, privadas, empresas y la sociedad en general, sin necesidad de convencerlas tanto, vean en este y en todo el movimiento artístico, la llave para un desarrollo más humano y consciente, que abracen y protejan estos evento que es de todas y de todos, bastiones para mantener lo más importante: el conocimiento y el espíritu.
Desde hace unos días no he dejado de pensar en la frase de Luis Cardoza y Aragón que dice que la poesía es la única prueba concreta de la existencia de la persona. Creo que efectivamente, la poesía es la conciencia, el espíritu de los pueblos, que el corazón de Xelaju´j No´j reciba nuevamente la ofrenda de este 18 Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango dedicado a una de las artistas más prodigiosas de este territorio: Paula Nicho. Que su legado pueda ser conocido por más personas y que sea puesto en el lugar que corresponde, también a la trascendental labor que muchas madres mantienen día con día: la búsqueda de sus familiares desaparecidas y desaparecidos, que en medio de esta noche oscura que nos está tocando vivir, sea la palabra la que logre recordarnos que el amanecer llegará indiscutiblemente.
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