Mientras nuestros anfitriones de Comalapa —un grupo de artistas kaqchikeles de los más importantes de esta época— preparan el desayuno y otros empiezan a desamarrar los materiales para la ofrenda, yo me siento atraído por aquella escena que quedó marcada en mi memoria como uno de los momentos más trascendentales y reveladores que me ha tocado ver: la comunidad existiendo y articulándose de la forma más simple, sencilla y, principalmente, honesta.
La sensación que provoca estar por primera vez frente al fuego puede ser una especie de pregunta o una revelación, –el fuego habla– dicen los ajq´ij, y sí, habla y su palabra es como el trueno pero también como un susurro. A mí no me dejaron ver el fuego desde niño, a mí el fuego me buscó y, cuando nos encontramos, todo se reveló, todo fue, como en un poema.
[frasepzp1]
El tata Ervin habló por todos los que estábamos en ese cerro, no había escenario, solamente éramos un grupo de personas acompañándose y viéndose a los ojos en un espacio circular alrededor del fuego. Cuando un tata o una nana habla se le respeta, se le escucha, se le obedece; de sus labios salieron las palabras que conforman la poesía más alta, la que se ha intentado anular, la que se ha querido olvidar, pero, a pesar de todo, existe y se renueva, prevalece: la palabra del bosque, la palabra de las montañas, la palabra de los árboles, la voz de los pájaros, la palabra de las abuelas y los abuelos.
Uno a uno, las y los poetas leyeron sus poemas; luego, silencio, y después, de nuevo, un poema, una palabra, gratitud por todo, el ejercicio de tejer la memoria, el tiempo entrelazado, los visibles y los invisibles compartiendo, habitando. Todos nos sentamos sobre la grama para desayunar y reír.
Partimos hacía Quetzaltenango con el fin de cumplir las jornadas que el Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango presentaba aquel año. El Cerro Guadalupe se fue quedando atrás como atrás se quedaba Comalapa, siempre hay nostalgia cuando se recuerda el pasado, pero también de aquellos momentos luminosos nace el combustible que mantiene el fuego encendido para seguir insistiendo en la ternura, en el lenguaje y en la inquebrantable importancia de pensarnos en una comunidad frondosa como los bosques de este territorio del que somos parte.
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