En la primera parte de esta entrega comenté que los nuevos datos sobre la población prehispánica del Petén durante el período clásico tardío son mayores que lo que se pensaba, lo que implica que el despoblamiento de esta región entre los siglos IX y X d. C. fue un acontecimiento sin precedentes en la historia del continente americano.
También presenté evidencia lingüística y epigráfica que indica que el territorio del Petén estuvo habitado por una población que hablaba el idioma conocido como maya cholano y que buena parte de esta población migró al sur y al occidente del Petén, a las regiones que se conocieron como las provincias de Acalá, Lacandón y Manché.
Sin embargo, la mayoría de expertos en la arqueología del Petén estamos de acuerdo en que la mayor parte de esta población cholana migró hacia el norte y se estableció en lo que hoy es Yucatán y el norte de Campeche y Quintana Roo. A este territorio se le conoce como las tierras bajas mayas del norte. La arqueología ha mostrado que allí en esa época existían varias ciudades y entidades políticas que, aunque carecían de ciudades monumentales como las del Petén, tenían cantidades significativas de población, que vivía en numerosos centros de menor escala, especialmente en las regiones conocidas como Río Bec, Chenes y Puuc.
La evidencia indica que este territorio norteño, que estaba ocupado mayoritariamente por hablantes del maya yucateco, recibió a miles de migrantes provenientes del Petén, lo que fue aprovechado por ciudades como Uxmal y Chichén Itzá, entre otras, para desarrollar un período de auge y esplendor.
De este proceso migratorio concluyo lo siguiente:
- El abandono de las ciudades del Petén no significó el final de la civilización maya de las tierras bajas, ya que los centros ubicados al norte representaron la continuidad de los procesos sociopolíticos del período clásico.
- Las ciudades mayas de las tierras bajas del norte ya no fueron gobernadas por reyes sagrados, sino desarrollaron regímenes de carácter más descentralizado, basados en la repartición del poder entre varios linajes.
- La población de habla maya cholana parece haber sido absorbida por la hablante del maya yucateco, ya que es el que predomina en esa región hasta nuestros días.
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Si bien hay que destacar que esta migración masiva fue un proceso que impactó fuertemente el desarrollo de la civilización maya en el norte, lo más dramático fue que la mayoría de la población originaria del Petén nunca regresó a su lugar de origen. Con excepción de la población maya itza’, de afiliación maya yucateca, que pobló la región de los lagos del Petén durante el período posclásico, el resto del Petén permaneció despoblado hasta las migraciones recientes de mediados del siglo XX.
Por el momento no quedan claras las causas por las que que la gente no regresó al Petén, pero es muy probable que se relacionen con efectos del cambio climático y con la desaparición de los sistemas de organización sociopolítica que permitieron transformar el paisaje petenero en un territorio apropiado para la agricultura intensiva. La transición del Clásico al Posclásico significó el cambio de las grandes ciudades centralizadas dirigidas por monarcas a centros menores pero mejor adaptados a condiciones adversas. Esto dio como resultado la continuidad de la civilización maya de las tierras bajas del norte, pero para ello hubo que abandonar completamente la región del bosque tropical, que ponía a la población en una situación más vulnerable y menos apta para enfrentar los cambios naturales y sociales que surgieron al final del período clásico.
Espero que esta síntesis de los acontecimientos ocurridos en la zona de las tierras bajas mayas aclare el proceso migratorio de los siglos IX y X d. C. Sin embargo, falta relacionar el abandono del Petén con las poblaciones indígenas actuales de Guatemala. Esto será el tema central de la tercera y última parte de esta entrega.
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