Recientemente, el análisis de imágenes obtenidas por tecnología Lídar reveló que la antigua población de las tierras bajas mayas pudo haber alcanzado los diez millones de habitantes. Sin embargo, estas personas abandonaron ese territorio durante los siglos IX y X d. C. En esta tercera y última parte explicaré lo que esto ha significado para la historia de los pueblos mayas.
En la primera parte comenté que los nuevos datos sobre la población prehispánica del Petén durante el siglo VIII d. C. son mayores que lo que se pensaba, por lo que se había subestimado el nivel de complejidad de estas ciudades mayas. Lo interesante...
En la primera parte comenté que los nuevos datos sobre la población prehispánica del Petén durante el siglo VIII d. C. son mayores que lo que se pensaba, por lo que se había subestimado el nivel de complejidad de estas ciudades mayas. Lo interesante es que no solo se pudieron ampliar los cálculos demográficos, sino que también se ha logrado identificar una gran cantidad de rasgos hidráulicos y agrícolas que explican de mejor forma cómo se alimentó toda esta población. Además, la evidencia lingüística y epigráfica indica que el Petén estuvo habitado por una población que hablaba el idioma maya cholano y que una parte de esta población migró al sur y al occidente del Petén, ya que se encontraba en las Verapaces en el siglo XVI.
En la segunda parte indiqué que la mayor parte de la población que abandonó Petén migró hacia el norte y se estableció en lo que hoy es Yucatán y el norte de Campeche y Quintana Roo, un territorio ocupado por hablantes de maya yucateco. Esta migración contribuyó a que prosperaran ciudades como Uxmal y Chichén Itzá. Además, aclaré que este proceso migratorio de ninguna manera marcó el final de la civilización maya, sino que significó una transformación de la forma como las ciudades se gobernaron.
Esta tercera y última parte de la saga se enfocará en aclarar la relación de este proceso migratorio con el resto de los pueblos mayas.
Empezaré por indicar que este abandono masivo fue una combinación de factores políticos y climático-ambientales, de manera muy similar a los procesos migratorios actuales, tal como se explica en una columna anterior. A pesar de haber desarrollado un sistema sostenible altamente exitoso por más de un milenio, el entorno natural de las ciudades en el Petén fue frágil y vulnerable, principalmente por la falta de fuentes permanentes de agua y de suelos poco productivos para la agricultura.
Pero, al mismo tiempo que se desarrollaron ciudades como Tikal, también hubo una población maya significativa —si no igualmente grande— en las tierras altas y en parte de la costa sur. Cientos de centros urbanos y de pequeños asentamientos se encuentran por toda esta parte de Guatemala y atestiguan que la cultura maya también se desarrolló al sur del Petén, en una región que fue más favorable en recursos minerales, agrícolas e hidráulicos. Grandes ciudades como Kaminaljuyú y Tak’alik Ab’aj aprovecharon estas ventajas para controlar buena parte de la economía de toda la región maya. Sin embargo, su relación tan cercana con las redes políticas y comerciales de las tierras bajas pudo provocar su abandono al final del Clásico.
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Pero no todos los asentamientos de las tierras altas fueron abandonados en el siglo IX d. C. Los centros de menor tamaño, que no alcanzaron la escala monumental de los de las tierras bajas, contaron con mejor disponibilidad de recursos y, por lo tanto, pudieron sobrevivir y recuperarse en el Posclásico. En otras palabras, los centros de menor escala en las tierras altas tuvieron más ventajas, en especial porque su sostenibilidad no dependió del funcionamiento de un aparato estatal complejo. Esto fue lo que permitió que, ante las presiones políticas, económicas y climático-ambientales del final del Clásico, estas poblaciones pudieran permanecer en su territorio durante todo el Posclásico, hasta la llegada de los europeos, mientras que Petén nunca recuperó su población original. Es por ello que actualmente predominan en Guatemala los rasgos propios de las poblaciones mayas de las tierras altas, mientras que la mayor parte de la población de tierra baja se encuentra en los estados mexicanos de Yucatán, Campeche y Quintana Roo.
Hoy en día todavía se enseña en las aulas que, ante el abandono del Petén, la cultura maya desapareció en Guatemala y el altiplano fue poblado por poblaciones mexicanas. Sin embargo, la arqueología ha demostrado que la continuidad de la cultura maya fue posible por la resiliencia de las poblaciones de ciudades poco monumentales, las cuales han recibido poca o ninguna atención por quienes escriben la historia oficial de nuestro país.
Aunque los descendientes de la población maya cholana del Petén son muy pocos debido a los procesos migratorios ya expuestos, no debemos reducir toda la riqueza cultural maya a solo este grupo. Tampoco podemos definirla solo por las características de los reyes y de la nobleza de las grandes ciudades del Clásico, hoy abandonadas.
Para concluir, quiero afirmar que la cultura maya prehispánica fue compartida por diferentes poblaciones de las tierras bajas, del altiplano y de la costa sur. Si los nuevos datos indican poblaciones de millones en las tierras bajas, bien se puede estimar que también hubo varios millones de habitantes al sur del Petén. Fue gracias a esas poblaciones que lograron permanecer en sus territorios hasta el día de hoy que la presencia cultural maya existe significativamente en nuestro país y que seguramente continuará por mucho tiempo más.
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