Lo que no previmos es que toda esa agenda, que en buena medida estuvo motorizada por el hartazgo y la efervescencia de la ciudadanía en países ricos y pobres ante la crisis mundial del 2008 y sus réplicas, se topa hoy con una enorme barrera para seguir avanzando: las métricas. ¡Ah, las infames métricas!, que nos obligan a encontrar instrumentos para tomarles la temperatura de manera regular a las metas trazadas y poder reportar avances.
Métricas que ciertamente son muy útiles, pero que en ocasiones, cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo y esa obsesión empírico-cuantitativa propios del positivismo, nos pueden conducir al absurdo, entre otras cosas porque no debemos olvidar que en ciencias sociales todas las métricas responden a una visión preconcebida del mundo y, por lo tanto, siempre hay un objetivo político detrás. No existe la métrica prístina, mucho menos la métrica ingenua.
Un ejemplo de ello es la clasificación de los países de renta media (PRM). Para ordenar las condiciones bajo las cuales los países accedían a créditos se creó esta métrica, que las instituciones financieras internacionales instalaron muy hondo en nuestro subconsciente. Cajones muy sencillos: el ingreso per cápita, de muy fácil comprensión y uso, pero también de muy fácil abuso.
Tanto que hoy se toma el argumento de los PRM para definir ya no solo condiciones crediticias (deuda), sino también volúmenes de asistencia no reembolsable (donación), pero también para decidir si ciertos temas deben continuar en la agenda de la cooperación internacional y hasta para debatir sobre mecanismos de gobernanza de ciertas instituciones globales y regionales. Es decir, la métrica PRM está fuera de control.
Lo tragicómico de todo este cuento es que, si usted entra a ese cajón llamado PRM, verá que no solo es un artefacto estadístico de las cuentas nacionales, sino que además está vacío de contenido que sea relevante para el desarrollo y que ha sido totalmente superado por una realidad que ya no solamente golpea a los países pobres, sino también a los ricos. Los temas que hoy apremian a la humanidad son más de índole global que local: desigualdad, medio ambiente, instituciones. Ejemplo de ello es cómo la desigualdad se ha vuelto la constante en procesos políticos como la elección estadounidense, la francesa, el brexit o los movimientos ciudadanos en Chile y Brasil, por citar algo.
Así como antes hablábamos de trampas de pobreza y de un enfoque de necesidades básicas, hoy se plantean conceptos emergentes como la trampa de la renta media o las brechas estructurales para el desarrollo de los países de renta media. Esto no es casual. Se debe simplemente a que, por pura contabilidad nacional del crecimiento, cada vez hay (¡y habrá!) más países de renta media sin que ello necesariamente signifique que están en una trayectoria hacia el desarrollo, mucho menos que en algunos años serán parte del selecto club de países de renta alta.
Afortunadamente, ya comienzan a surgir voces calificadas que nos alertan y sugieren el paso que nos toca dar ahora: hilar más fino en el discurso y en la propuesta y repensar las métricas. Se trata de reconocer cómo «el umbral de renta per cápita en el que los países de renta baja se gradúan como países de renta media es insuficiente y arbitrario. Una alternativa es identificar los países por problemas específicos que la cooperación para el desarrollo está buscando apoyar o afrontar. Cuando el problema está bien definido y las medidas de apoyo bien diseñadas, las limitaciones que afectan las categorías comprehensivas (como los PRM) podrían ser evitadas».
Ahora bien, a diferencia de la forma como se implantó la ortodoxia del consenso de Washington (vertical y sin consultar), esta vez la batalla de la equidad debe salir de los mismos territorios que la padecen. En el caso latinoamericano, siendo el principal doliente de la métrica PRM, eso quiere decir que instituciones regionales como la Cepal, los principales centros de pensamiento y las principales universidades se arremanguen la camisa, asuman el liderazgo, se den a la tarea de desmontar tan obsoleta categoría de análisis y la sustituyan por otra que nos sea más relevante y útil a los latinos.
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