De todos modos, aunque quisiera o pudiera olvidarlo, el tema también se ha colado en la conversación semanal con la voz que ya reconoce. Que se le ha vuelto ya familiar. Las llamadas no han cesado desde hace ya muchísimos meses. Dinero todas las semanas. Sin falta. Siempre la voz amenazante que ahora le recuerda a las niñas muertas.
-Eso te vamos a hacer, primero ellas y después a vos. ¿Y no querés eso, vaa? ¿O qué, acaso pensás que estás segura en tu casa?- Ella tiembla. A ella ...
De todos modos, aunque quisiera o pudiera olvidarlo, el tema también se ha colado en la conversación semanal con la voz que ya reconoce. Que se le ha vuelto ya familiar. Las llamadas no han cesado desde hace ya muchísimos meses. Dinero todas las semanas. Sin falta. Siempre la voz amenazante que ahora le recuerda a las niñas muertas.
-Eso te vamos a hacer, primero ellas y después a vos. ¿Y no querés eso, vaa? ¿O qué, acaso pensás que estás segura en tu casa?- Ella tiembla. A ella no la visitan ni la atormentan los espíritus de las épocas pasadas. A ella la atormentan y la visitan los espíritus del presente. Ella no tiene tiempo de indignarse ni de acudir a marchas escuálidas, ni de actualizar su “¿Fulana, cómo te sientes?”.
Es obvio que tampoco tiene, ni tiempo, ni recursos, ni el espacio para escribir una columna. No, no tiene tiempo ni cabeza para eso. Ella necesita ese tiempo y sus ideas para preocupaciones mucho más reales y cercanas. ¿Y si pone una denuncia pues? A pesar de lo que creo, o más bien, de lo que no creo, esos comentarios y exclamaciones en busca de ayuda divina, son de las pocas cosas que me parecen coherentes.
Me entero de esta historia una mañana de domingo mientras tomo café con las personas que conforman mi círculo más cercano. Hablamos de los que nos quedarán y que pronto nacerán. Hablamos de los que luchan contra los pronósticos médicos más pesimistas y que se sujetan a una vaga e imprecisa esperanza. Nosotros hablamos del futuro. Para eso tenemos tiempo.
El frio parece empezar a ser parte del pasado, algo que seguramente también pasará con estos temas. Pero tranquilos, ya habrá una próxima ocasión para expresar nuestra indignación y despotricar contra el sistema en redes sociales y columnas. O para seguir aferrados a este país de cielos azules, de volcancitos y colorcitos. A este lugar de postales captadas desde la lejanía.
Mientras tanto, la mujer de las llamadas tendrá que seguir presionando el botón de “contestar” en su celular, torear la andanada de insultos y amenazas. Y por supuesto, pagar. ¿Acaso tiene eso algo de extraño? ¿Qué acaso no hemos alimentado este sistema donde hasta el agua pura se vende embotellada? Entonces por qué extrañarse de que el miedo tenga nombre de “número desconocido”. ¿Por qué? Si aquí lo que importa es tener y acumular dinero sin importar el cómo.
En otro lado de la ciudad, Norma Cruz también permanecerá sola. Físicamente. Parada frente a ese enorme e intimidante edificio que conforma uno de los pilares de este sistema de justicia. Seguirá cuidando que las velas encendidas por aquellas niñas muertas no se apaguen. Seguirá intentando presionar para que funcionen los mecanismos de investigación y bla-bla-bla. Deberían olvidar estas últimas líneas. Soy yo el de la retórica y el de las soluciones simplistas el que escribe. Debería borrarlas, pero no. ¿Y qué otra cosa puedo hacer pues? Nos vemos en quince días.
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