De pronto, correos electrónicos, encuentros casuales con viejos conocidos, saludos en la calle tenían en común esa palabra. Los diccionarios aluden a bendición con un sentido preponderante: invocación de protección divina sobre una persona, una cosa o un lugar. Así, muchos guatemaltecos empezaron a invocar esa protección en familiares, colegas, amigos, conocidos.
Por supuesto, las palabras son migrantes. Se desplazan. Se adaptan a contextos. Y esas bendiciones que uno escucha ...
De pronto, correos electrónicos, encuentros casuales con viejos conocidos, saludos en la calle tenían en común esa palabra. Los diccionarios aluden a bendición con un sentido preponderante: invocación de protección divina sobre una persona, una cosa o un lugar. Así, muchos guatemaltecos empezaron a invocar esa protección en familiares, colegas, amigos, conocidos.
Por supuesto, las palabras son migrantes. Se desplazan. Se adaptan a contextos. Y esas bendiciones que uno escucha con frecuencia dan cuenta de variedad de afectos. En ocasiones, el bendiciones remarca un deseo de prosperidad y éxito en los proyectos profesionales o personales. En otras busca una empatía con el interlocutor. Asimismo, pronunciar bendiciones marca un lugar de enunciación relacionado con la práctica de una creencia determinada. Es una forma de legitimar una identidad.
En todo caso, la profusión de esa palabra ha sido una prueba lingüística de la presencia creciente de las sensibilidades religiosas en los espacios privados y públicos guatemaltecos.
El presidente de la república, Jimmy Morales, cerró su tardía declaración sobre la tragedia del Hogar Seguro Virgen de la Asunción invocando para sus escuchas (nosotros, ciudadanos) protección divina. Bendiciones, dijo 34 horas después de los sucesos porque, según reconoció, andaba muy ocupado. Parece que aquel artículo 2 de la Constitución Política de la República, en el cual se establece que es obligación del Estado garantizar la vida de la persona, poco importó, pues se trataba de patojos pobres, conflictivos, abandonados. Los no bendecidos.
La declaración de Morales no fue sino la prolongación de lo que ha sido su gobierno: la ineptitud. Pero esta vez los costos de la chambonería y de la indiferencia se cobraron la vida de 40 niñas y adolescentes. Explicaciones forzadas fueron las de Morales. Eludir cualquier responsabilidad política fue su postura. Más bien defendió a ultranza a los funcionarios a cargo de toda evidencia en contra. Jimmy culpó a los demás y a nadie.
Y al escucharlo pensé, por ejemplo, en un médico cuyo equipo de trabajo mata por negligencia a un paciente, se presenta ante sus familiares y les dice «bendiciones». O en un gerente que, falto de planificación y empeño, provoca con sus trabajadores a cargo pérdidas millonarias a la empresa, llega ante su jefe y le dice «bendiciones». ¿Cuál sería la reacción ante tal pronunciamiento?
El jueves 9 de marzo Jimmy Morales visibilizó otro sentido de la palabra bendiciones. El sentido amalgamado de cinismo y cobardía. Nada se puede hacer. El fuego es lejano. El cuerpo carbonizado era el desecho social. Por eso, los lugares comunes, las instrucciones que sabemos, apenas o nunca se cumplirán.
«Bendiciones» en boca del presidente fue decirnos: «No pregunten. Ni modo, una tragedia más. Protéjanse a ustedes mismos porque el Estado no lo hará. Sálvese quien pueda».
Escuchar de Jimmy Morales bendiciones hizo superficial cualquier referencia de amor cristiano. Más bien, después de lo acaecido, el antónimo de aquella palabra es lo pronunciable.
El dolor de los condenados de esta tierra resiste esa bendición.
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