Se produjeron nuevas estimaciones sobre viejos problemas: las tasas de violencia son superiores a las proyectadas, la población que migra al exterior va en aumento, el número de nacimientos ocurridos disminuye y, sorprendentemente, la cobertura escolar para población entre los 5 y los 14 años supera el 85 %. Se han dado mejoras en algunos ámbitos, pero, sin cambios estructurales, las vulneraciones de los derechos de la población persisten.
El modelo económico no ha sido capaz de erradi...
Se produjeron nuevas estimaciones sobre viejos problemas: las tasas de violencia son superiores a las proyectadas, la población que migra al exterior va en aumento, el número de nacimientos ocurridos disminuye y, sorprendentemente, la cobertura escolar para población entre los 5 y los 14 años supera el 85 %. Se han dado mejoras en algunos ámbitos, pero, sin cambios estructurales, las vulneraciones de los derechos de la población persisten.
El modelo económico no ha sido capaz de erradicar la pobreza ni de mejorar las condiciones de vida locales. Las políticas impulsadas tampoco han logrado ofrecer educación de calidad, que garantice los aprendizajes para toda la vida, ni garantizar seguridad para toda la población. Para la mayoría de esta no hacen falta los análisis técnicos. Si vive en este país, lo más probable es que conozca de primera mano la precariedad económica y el tema de la violencia y que se frustre ante la impunidad. Entre toda la población, son las niñas y los niños quienes más enfrentan riesgos en familias que ven cómo la desnutrición les roba el futuro. Los observatorios dan cuenta del número de casos de niñas enfrentando violencia sexual y maternidad forzada. Las noticias relatan día tras días la captura de adolescentes secuestrados por el mundo del crimen organizado.
Ni la desnutrición ni la violencia sexual ni el crimen organizado son fenómenos espontáneos que surgen por irresponsabilidad de sus víctimas. La desnutrición es producto de la pobreza, que genera un salario mínimo muy inferior al costo de la canasta básica vital. La violencia sexual ocurre a manos de familiares que abusan de condiciones de poder físico, económico y emocional sobre las niñas y los niños. El crimen organizado se fortalece cuando las instituciones son ahogadas por la corrupción y la impunidad. En todos los casos, una y otra vez, somos los adultos quienes estamos fallándoles a los niños y a los adolescentes. No hemos dado con el punto central de la política pública: la protección de la vida.
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Arrancamos octubre inundado por la belleza de la verde naturaleza que, presumida, contrasta con el cielo de tono celeste. Las actividades se tornan hacia la culminación del año, cuyo tiempo infaliblemente se agota. En este ciclo se vuelve necesario hacernos responsables de lo que hicimos o dejamos de hacer en el año. Es un mes bello también porque dedica dos días a las niñas y a los niños. El 1 celebramos el Día del Niño y el 11 el Día de la Niña, el primero instaurado para promover los derechos del niño y la protección de su dignidad y de su vida y el segundo para generar conciencia sobre la doble discriminación que sufren las niñas por su edad y su género.
En una sociedad temerosa de la justicia y de la equidad se dedica el 1 de octubre a los dulces, los globos y los regalos. Adultas y adultos olvidamos promover los derechos fundamentales de los niños y velar por ellos. Nos pasamos felicitando por saber bailar el trompo y tirar al blanco. En una sociedad violenta y machista, el 11 de octubre pasa en silencio, negado por docentes que no quieren que «los nenes se sientan celosos porque se celebra a las niñas».
Sugiero que desde este octubre dejemos de celebrar que en algún momento fuimos niñas o niños y que empecemos a pensar en las niñas y los niños de hoy. ¿Quiénes son los niños y las niñas de su entorno? ¿Cómo viven? ¿Qué hacen en su tiempo libre? ¿Qué sueños tienen? ¿Qué problemas enfrentan? No es heroísmo, sino responsabilidad, asumir el efecto de nuestro actuar sobre su presente y su futuro. Es desde la curul, desde el despacho, desde el púlpito, desde la gerencia, desde el banco, desde el hogar, desde la dirección escolar, desde la esquina del barrio desde donde se deciden las condiciones de vida de la niñez. Es desde allí desde donde podremos devolverles la ternura: desde manos adultas que reconozcan en todas las niñas y en todos los niños a pares que merecen respeto a su dignidad.
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