Mucho antes que los criollos, los pueblos originarios iniciaron su insubordinación, que mantienen vigente. Dos siglos después de la independencia centroamericana imperan en la región tiranías que nos obligan a la insubordinación cotidiana.
El Diccionario de la lengua española, de la RAE, define insubordinación como: «Falta de subordinación». Refiere que la subordinación es la «acción de subordinar o subordinarse a alguien» y la «sujeción a la orden, mando o dominio de alguien»...
Mucho antes que los criollos, los pueblos originarios iniciaron su insubordinación, que mantienen vigente. Dos siglos después de la independencia centroamericana imperan en la región tiranías que nos obligan a la insubordinación cotidiana.
El Diccionario de la lengua española, de la RAE, define insubordinación como: «Falta de subordinación». Refiere que la subordinación es la «acción de subordinar o subordinarse a alguien» y la «sujeción a la orden, mando o dominio de alguien». Establece que subordinar es «situar debajo», «sujetar a alguien a la dependencia de otra persona», «clasificar como inferior». La insubordinación es la acción para liberarse de la sujeción y la dependencia. Reúne en un momento las determinaciones del pasado, la acción del presente y la posibilidad del futuro. Siempre ha existido la insubordinación, y si nos desprejuiciamos veremos que todos somos en algún momento personas de insubordinación. Es más común, mucho más común, de lo que la imaginamos.
Frente al privilegio del macho se insubordinan las mujeres que ejercen control sobre su propia vida. En la cuna del racista se insubordina la mujer que asiste a una entrevista mostrando su identidad y pertenencia maya. Ante las cámaras empresariales que se enriquecen a partir del trabajo ajeno se insubordinan la campesina y la obrera organizadas. Las lideresas de comunidades en resistencia se insubordinan ante el patriarcado corporativo de las empresas de extracción de recursos naturales. Los militares vieron atónitos cómo se insubordinaron las mujeres antes sometidas a esclavitud sexual, que hoy los tienen tras las rejas o escondidos. La patanería de gobernantes electos sale a flor de piel ante reporteras insubordinadas que les hacen preguntas incómodas. En el imperio de la impunidad y de los privilegios se insubordinan juezas valientes que escuchan la verdad y sentencian sobre la evidencia a los corruptos y corruptores por igual. A la par de todas ellas también hay hombres insubordinados, con quienes forman equipo.
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Ojo con el dogma. No es cierto que la insubordinación se remita al motín o al bochinche. Insubordinarse es ejercer una acción lúcida y continua, es un proceso. Es una decisión que resulta del conocimiento y la conciencia de las relaciones de dominación y de cómo estas supeditan la dignidad de una parte para garantizarle privilegios a la otra. Por eso el trabajo de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala resultó tan poderoso para la insubordinación. Por eso el 70 % de esta sociedad la apoya, la aprecia y le agradece. La comisión y los fiscales nos ponen frente a un espejo que refleja, en primer plano, al corruptor, al corrupto y al pueblo despojado de sus bienes. Y en un segundo plano, las redes, las mafias y sus mañas. En equipo, la Cicig, junto con la FECI, aportó al histórico proceso de insubordinación guatemalteca. Hizo temblar las estructuras de poder que a través de la impunidad y la corrupción mantienen sujeta a la mayoría de la población.
La insubordinación siempre será reprimida por la dominación. En Guatemala, los criminales le declararon la guerra, invocaron falsa soberanía y se escudaron detrás de la idea de Dios. Hipócritas, pidieron perdón por sus errores mientras financiaban la estrategia de expulsión de la Cicig y sacaron del baúl la retórica de la Guerra Fría. No les importó la vergüenza pública de aliarse con la incompetencia para asegurar sus privilegios. Hace seis meses se encontraban en sus celdas. Hoy se sientan a reconfigurar sus negocios para retomar control sobre las insubordinadas y los insubordinados.
No es siempre desde la tanqueta desde donde se reprimen los actos cotidianos de insubordinación. Los criminales de cuello blanco o de cargo popular empiezan por adormecer al pueblo con un discurso fino sobre la familia, la soberanía y la unidad desde el púlpito y la curul. Tenga cuidado con las prédicas y los cuentecitos de noche titulados Venezuela en Guatemala, Cenicienta y la justicia divina, La patriótica aguanta la violencia o Caperucita Roja y la soberanía nacional. Desconfíe de ellos, cuestione y ejerza su derecho a informarse ante toda forma de dominación que siga nuestra insubordinación.
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