Casualmente, en este período de bonanza del algodón aparece el documental El costo del algodón, del cineasta guatemalteco Luis Argueta. Según cuenta Luis, en 1977 se publicó un artículo en el New York Times acerca de los daños provocados por los pesticidas en las plantaciones de algodón en Centroamérica, particularmente en Guatemala y Nicaragua. El artículo enfatizaba en el excesivo uso de pesticidas, principalmente del DDT (dicloro difenil tricloroetano), que en esa época ya había sido prohibido en Norteamérica y Europa. Motivado por esta lectura, Luis decidió viajar a Guatemala y documentar la situación que vivían los trabajadores de algodón de la costa sur del país.
En su documental logró mostrar con imágenes el daño ecológico que el pesticida causaba en el medioambiente y en la población, principalmente en la indígena, que se encargaba de recoger el algodón. Un trabajador del altiplano relata ante la cámara que su pago es de dos a tres chocas por día (equivalente a 50 o 75 centavos de dólar). Cuando Luis le pregunta si vale la pena tanto riesgo y sufrimiento por tanto poca paga, el señor le responde: «De algo a nada hay mucha diferencia».
En Guatemala se prohibió la exhibición del documental, y Argueta fue declarado subversivo y un enemigo del gobierno de turno.
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Treinta y tres años después, Argueta saca otro documental. Esta vez se trata de la famosa redada de inmigrantes que se ejecutó en Postville, Iowa. Trescientos ochenta y nueve trabajadores, la mayoría de ellos guatemaltecos, fueron apresados y abusados en sus derechos más elementales. Familias separadas y niños abandonados. Abusados retrata con imágenes el dolor y las injusticias sufridas por estos guatemaltecos que además habían sufrido vejámenes terribles en el lugar de trabajo. Luego de la redada, los dueños de la empacadora de carne fueron acusados por el fiscal de Iowa de tener en planilla a indocumentados, de contratar a menores de edad, de tener jornadas laborales de más de ocho horas diarias y salarios bajos y hasta de acoso sexual contra las trabajadoras. Doblemente abusados.
En las entrevistas para este documental, Luis le pregunta a una mujer deportada, que casualmente también es del altiplano guatemalteco, por qué soportó tantas miserias en esa fábrica por tan poca paga (que es mucho mayor a lo que ganaría en Guatemala, pero inferior a lo que debería ganar por el trabajo que hacía). La señora le responde lo mismo que aquel hombre de la plantación de algodón: «De algo a nada hay mucha diferencia».
El costo del algodón refleja la rapacidad de un modelo económico que en su mejor auge económico es incapaz de pagar salarios justos a sus trabajadores, razón por la cual muchos guatemaltecos prefieren migrar al norte, arriesgar la vida en el camino y soportar abusos como trabajadores en situación irregular. Lo hacen por un algo, porque aquí no tienen nada. He allí la diferencia.
Hoy estos trabajadores inmigrantes están sacando la cara por el país. En medio de esta crisis de salud y económica provocada por el coronavirus, ellos siguen enviando puntualmente las remesas a sus familiares. Ellos no acaparan, como hicieron los algodoneros. Al contrario, arriesgan su salud y su bienestar por ayudar a los suyos.
Mientras el Estado guatemalteco les falla, mientras las élites económicas les fallan, los migrantes cumplen su parte porque saben que de algo a nada hay mucha diferencia.
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