El desafío hoy es que los adversarios que se enfrentaron en las elecciones logren comunicarse y alcanzar acuerdos mínimos a favor de toda Guatemala.
Las fuerzas políticas que se enfrentaron en las elecciones inevitablemente continuarán siendo adversarias. Concluido el proceso electoral, este antagonismo no desaparecerá, pero debemos aprender que una de las bases de una democracia funcional y madura es, precisamente, que esta no desaparezca y que esas fuerzas políticas convivan en un ambiente de respeto pacífico, anteponiendo el bien común y los intereses nacionales.
Si se analiza la situación, quizá este sea el principal desafío pa...
Las fuerzas políticas que se enfrentaron en las elecciones inevitablemente continuarán siendo adversarias. Concluido el proceso electoral, este antagonismo no desaparecerá, pero debemos aprender que una de las bases de una democracia funcional y madura es, precisamente, que esta no desaparezca y que esas fuerzas políticas convivan en un ambiente de respeto pacífico, anteponiendo el bien común y los intereses nacionales.
Si se analiza la situación, quizá este sea el principal desafío para nuestra incipiente democracia. Una forma de verlo es que la contienda electoral ocurre una vez cada cuatro años, mientras que los tres años restantes las fuerzas políticas deben convivir, en términos simplificados, unos como oficialismo y sus aliados y otros como oposición. Y la forma en la que funciona una democracia es que en esos tres años deben actuar de manera consistente con su ideología y rol político, como adversarios. Si actúan como enemigos, buscando cómo destruir al otro, terminan perjudicando a su electorado y destruyéndose a sí mismos, una de las explicaciones de por qué en Guatemala los partidos políticos tienen una vida tan corta.
Este desafío es el que enfrentan de manera crucial, por un lado, Alejandro Giammattei, su partido político y su electorado de derechas, el futuro oficialismo, y, por otro, la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), las izquierdas que votaron en la primera vuelta de la elección presidencial, pero claramente no en la segunda, y las demás fuerzas políticas que se posicionarán como oposición.
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La gran pregunta es: ¿continuarán compitiendo en modo electoral (o, peor aún, haciendo todo lo posible por destruirse) o actuarán como políticos democráticos maduros buscando canales para comunicarse, ejerciendo el arte de la negociación política legítima, buscando terrenos comunes para alcanzar acuerdos que beneficien a todas y todos? De continuar el afán de confrontación destructiva, perderá Guatemala y ganarán los grupos radicales y extremistas. En el otro caso, la que gana es toda Guatemala.
Decir esto es fácil, pero hacerlo es muy difícil. Esto, por muchas razones, incluido el hecho de que debe hacerse justo después de la contienda electoral. ¿Podrá Giammattei entender y aceptar con madurez política y democrática que persistir en su empeño destructivo en contra de la UNE y de su excandidata en realidad es contraproducente? ¿Podrán Sandra Torres y su poderosa bancada en el Congreso entender y aceptar con la misma madurez política y democrática que buscar venganza y asumir una oposición destructiva en contra de Giammattei y del nuevo gobierno también es contraproducente en realidad?
La cosa se complica y el desafío se agudiza porque el cambio de confrontación electoral a juego democrático maduro debe lograrse en un plazo medido en días. El lunes de la semana próxima, en seis días, el Ejecutivo entregará al Legislativo el proyecto de presupuesto para 2020. Este será el primer presupuesto que ejecutará el gobierno de Giammattei, pero será la bancada de la UNE la que tendrá el músculo político para ejercer la influencia decisiva en el Congreso sobre aprobar, modificar o rechazar ese proyecto de presupuesto.
Una forma de procurar la madurez política es que reclamemos que ese no es el presupuesto de Giammattei, sino el nuestro, de todas y todos en Guatemala. Si se aprueba y ejecuta un buen presupuesto público, es toda Guatemala la que gana y tanto Giammattei y su nuevo gobierno como la bancada de la UNE pueden colgarse una medalla política por ello. ¿Podrán nuestros políticos entender y aceptar que así es como se gana en las democracias de verdad?
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