«Quiero darte las gracias por escucharme. Me atrevo a venir porque jamás olvido a las personas que han hecho algo por mí. Recuerdo con mucha gratitud cómo me apoyaron y, aunque ahora no tengo nada que darles, vengo a pedirles si me pueden ayudar. Cuando estaba estudiando, las investigaciones que dejaban eran complicadas para mí. Yo no podía siquiera ir al internet. Tenía muchas limitaciones y, siempre que venía, ustedes me tendieron una mano. Solo así pude salir adelante.
»Durante años de estudio salía caminando temprano desde la aldea para hacer las tareas aquí y después me iba al instituto. Así estudié los básicos. Igual, cuando me tocó ir a estudiar a Tactic, ya en diversificado, logré estudiar con mucho sacrificio y privaciones de mi familia. Mi papá conseguía y vendía algunas tareas de leña para ir pagando mi boleto de bus con la esperanza de que pronto yo iba a lograr estar calificado para un trabajo mejor pagado. Aunque los obstáculos parecían interminables, los vencimos y me logré graduar con honores gracias al apoyo de mi familia y de la biblioteca.
»Estoy convencido de que es mi turno. Es momento de levantarme y de hacerme cargo, pero ahora me encuentro con que no hay trabajo. Mi mamá está enferma. Ellos son de la tercera edad. Hemos buscado a personas que nos ayuden por la necesidad de comprar medicinas para mi mamá. Estamos un poco apenados porque ya van cinco meses en los que no hemos podido llevar a mi mamá a que la revisen en el centro de salud. Tampoco le hemos podido comprar medicina.
»Ahorita estoy desesperado. No sé si es mal conocimiento o si es mi forma de ser, mi forma de vestir, mi carácter… No entiendo qué es lo que hago mal. Yo hablo tres idiomas, q’eqchi’, poqomchi’ y español, y siento estar calificado para trabajar en la municipalidad, por ejemplo. Desconozco si es porque yo solo tengo un bachillerato y no tengo estudios más adelantados. Yo, en mi desesperación, intento comprender qué sucede. Porque con tanto sacrificio he hecho todo como debía ser: estudié mucho para aunque sea sacar bachillerato, pero no tengo más experiencia. De vez en cuando me pongo a pensar si no será porque no me conocen o porque estoy haciendo algo mal. Me dice un amigo que la única manera de aplicar a un puesto es por medio de alguien que me recomiende directamente o pagando dinero para que me contraten, pero no sé cómo es eso.
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»Regreso acá contigo para que puedas brindarme un auxilio, pero no económico. Lo que busco es que me enseñes a acceder a un puesto de trabajo porque lo necesito. Vengo para que me ayudes y me hagas ver qué es lo que me falta hacer. Ya he pasado a todas las tiendas, a los hoteles, a las reservas naturales, a las organizaciones, a los bancos cercanos a pedir trabajo, y nada. Me dicen que no hay puesto, que no hay trabajo».
Me tomó un poco más de una hora escucharlo, comprender su frustración e intentar explicarle que la situación de encontrar empleo en Guatemala era ya bastante difícil antes de la pandemia. Sentí la necesidad de hacerle ver que no hizo nada mal y que tampoco la situación se debe a discriminación. Le ofrecí intentar ayudarlo y pedí permiso para publicar su solicitud en redes. Y así lo hice.
Estoy agradecida por la atención de algunos amigos a las necesidades inmediatas de este joven. Sin embargo, es mi deber, por crudo que sea, subrayar que la raíz del problema no se solucionó. Eduardo sigue sin conseguir un empleo, sus padres siguen sin acceso a medicinas y, como ellos, miles de jóvenes en las comunidades se enfrentan a esta situación. Estos jóvenes buscan explicación a sus problemas y, al verse encerrados en un callejón sin salida, toman decisiones fatales.
Hoy mi llamado es a tomar conciencia sobre los grandes problemas estructurales que aquejan a la población y que nosotros jamás imaginamos porque no estamos rodeados de esas circunstancias desafortunadas y frecuentes de la Guatemala rural. Necesitamos un proyecto de nación que sea incluyente.
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