Para quienes creemos en la democracia y los principios republicanos independientemente del signo ideológico, suscita satisfacción la nota del medio incluida a finales de junio sobre el perfil del candidato en disputa por la cinta presidencial en segunda vuelta el próximo 20 de agosto, catalogando a Arévalo más bien como una persona con credenciales democráticas. Sin embargo, no es acertado cuando mencionan que el sociólogo, exviceministro de Relaciones Exteriores y exembajador guatemalteco, es un outsider pues Arévalo ha fungido como funcionario de gobierno y por más de tres años, como parlamentario y jefe de bancada.
Las características democráticas que la revista conservadora califica como positivas producen, sin embargo, resquemor en las elites económicas y los grupos oligárquicos en contubernio con liderazgos locales asociados con redes de corrupción. De allí las artimañas legales que esta alianza interpone para vedarle el camino a la Presidencia desde hace ya más de un mes. Y es que el diseño de un modelo de desarrollo económico democrático requiere terminar con los privilegios históricos de quienes han ostentado el poder económico por siglos. Por eso es que facciones del CACIF temen a este partido. No tanto por sus signos ideológicos, como por el peligro que para ellos conlleva el coto de poder que una refundación institucional podría acarrearle en términos de cuotas de decisión, financiamiento clientelista y tolerancia a la impunidad. Romper monopolios, fomentar la competencia, crear marcos regulatorios contra el laissez-faire voraz del empresariado, ese es el cuco. En eso concuerdo con el columnista Ricardo Berganza “No es el aborto, es el dinero”.
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A nivel nacional e internacional, la popularidad de Arévalo ha ido creciendo, no como la espuma, sino como una semilla a la cual le han duplicado la dosis de abono ciudadano y le han tendido el suelo con fertilizantes orgánicos para que crezca fecunda. En estas semanas de asonadas golpistas, sediciosas e ilegales que comprometen no solo el futuro de la institucionalidad democrática, sino que desafían la existencia del partido mismo, el candidato y su compañera de fórmula, Karin Herrera, han respondido al momento histórico a la par de un equipo profesional que muestra disciplina, energía, consistencia y tiene la capacidad para vencer a la clase parasitaria que tiene al país de rodillas.
Se abre una ventana de luz para que el proyecto Semilla siga germinando y creciendo. Sería iluso pensar que si Arévalo gana la Presidencia le esperan cuatro años de luna de miel con el pueblo de Guatemala y sus aliados para llevar al país por un mejor sendero. Es harto sabido que, sin mayoría en el Congreso, sus planes se verán fraguados y obstaculizados uno tras otro. Además, no será tarea fácil recuperar setenta años de retroceso marcados por el conflicto armado, políticas neoliberales, un estado reducido a lo mínimo por los programas privatizadores, y el legado de gobiernos corruptos que además han acrecentado las desigualdades y taras del subdesarrollo.
Lo establecido ya no tiene viabilidad. Los y las guatemaltecos tienen hoy una opción real y una propuesta de políticas públicas en rescate de los bienes públicos, la institucionalidad, y la administración pública al servicio de los ciudadanos. Con el apoyo de la gente que salvaguarde las premisas de un Estado democrático con tolerancia cero a la corrupción, se puede inaugurar el comienzo de varias administraciones que corten de raíz esas malezas que por generaciones han sofocado los sueños y aspiraciones de un pueblo que se merece una patria mejor.
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