Empezó en 2008 como una radio online que desarrollamos y asumimos de una forma profesional y comprometida. Como un proyecto que, aunque nos dio muchas satisfacciones, siempre estuvo al borde de la cornisa porque nunca supimos cómo hacerlo autosostenible.
En sus mejores épocas, El Circo del Rock llegó a tener más de 60 000 visitas al mes en su sitio web, más de 4 000 radioescuchas al día, y algunas ediciones de su revista digital llegaron a tener más de 15 000 visitas. Puedo decir que trabajamos mucho para lograr estos números tomando en cuenta que vivimos en un país donde la palabra roquero es sinónimo de delincuente, drogadicto, borracho y huevón. Al final no importaban tanto los números. Fueron frases como «los roqueros no comen pizza» las que ponían fin a nuestras expediciones en busca de patrocinadores.
Sin embargo, puedo decir que rompimos paradigmas, luchamos contra los estigmas y salimos victoriosos muchas veces. Dejamos de ver el rock como algo del pasado y mostramos lo mejor del rock de vanguardia. En los tres años que estuvo funcionando la radio online estrenamos más música nacional que cualquier otra radio. No solo de artistas de la capital, sino también del interior del país. Bandas como Woodser, Los Reyes Vagos, The Killer Tomato, Tony Delgado y Jonathan Carrión sonaron en radio por primera vez en El Circo del Rock.
En 2011, aunque nos fue imposible seguir manteniendo la radio online, el sitio web, cuyo trabajo no fue menos intenso, siguió adelante. Fue un sitio que dio voz a nuevos artistas y a jóvenes para expresar su opinión. Este fue el caso del blog que tuvo Oswaldo J. Hernández, hoy periodista de este medio y premio nacional de periodismo, o de la columna del historiador y metalero Mario Castañeda.
Más adelante, en 2013, el Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica (IGER) nos dio la oportunidad de tener un espacio en su radio, 106.9 FM, y desde allí retomamos el trabajo en radio, siempre desde el corazón, con la intención de llevar música diferente a un país saturado de siempre lo mismo.
Hoy el tiempo no nos permitió seguir prestándole atención al Circo, así que decidimos apretar el botón de pausa. Sin embargo, a diferencia de la primera vez que tuvimos que dejar el proyecto, en 2011, esta vez no lo hacemos de mala gana, sino satisfechos por el trabajo realizado y por las puertas que nos abrió. Quedará para nuevas generaciones seguir el camino y tocar nuevas puertas.
Del Circo no solo queda la amistad incondicional de mis dos socios, sino la de todas las personas que de una u otra forma fueron parte del proyecto; las bandas nacionales cuyo apoyo, identificación y música fueron claves; los fieles oyentes que aportaron mucho más que solo su atención; nuestra socia lejana que nos salvó en 2009 de extinguirnos prematuramente; La panza es primero, de Ariel Rot, todos los días al mediodía; los almuerzos de pie; las canciones de más de ocho minutos a las 5 de la tarde; el turno más largo del año; el rock en directo; el archivo de más de 90 000 fotografías de eventos de rock nacional; las voces grabadas de los más grandes exponentes del rock latinoamericano; Megadeath, de Los Parraleños; las playeras con las que todavía hoy nos seguimos topando en cada concierto al que vamos; las letras del Sueco Loco; Catupecu Machu; las lágrimas de risa y de tristeza; la poesía en nuestra producción; los pseudónimos inverosímiles; Yellow Ledbetter, de Pearl Jam; y la música. Sobre todo, queda la música.
Gracias.
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