Pero como de eso hemos hablado tanto y todo mundo escucha como oír llover, vale la pena traer a cuento que en Estados Unidos luego de las más costosas elecciones de la historia, empieza un debate muy interesante sobre el papel de los comités llamados Súper PAC que bajo el amparo de una resolución de la Corte Suprema de Justicia, elevaron el costo de la última campaña a casi cinco mil millones de dólares.
De momento el debate es más académico que político y se libra en medios que no son...
Pero como de eso hemos hablado tanto y todo mundo escucha como oír llover, vale la pena traer a cuento que en Estados Unidos luego de las más costosas elecciones de la historia, empieza un debate muy interesante sobre el papel de los comités llamados Súper PAC que bajo el amparo de una resolución de la Corte Suprema de Justicia, elevaron el costo de la última campaña a casi cinco mil millones de dólares.
De momento el debate es más académico que político y se libra en medios que no son de difusión masiva pero que tienen importancia porque llegan a sectores influyentes. Uno de los trabajos compara lo que está viviendo Estados Unidos con lo que ocurrió en el Imperio Romano, donde también se prostituyó absolutamente el modelo democrático porque la corrupción y la compra de votos iban de la mano hasta que se aniquiló el Imperio. Y los intelectuales, que vieron similitudes siempre entre el modelo creado por los “padres de la patria” que proclamaron la Constitución creando instituciones al estilo y semejanza de los romanos, ahora ven que se está repitiendo la historia y que el peso del dinero en la política se convierte en la mayor amenaza para la democracia.
En opinión de algunos, el triunfo de Obama puede postergar un poco el debate porque ocurre que ganó quien menos gastó, aunque también se advierte que Obama no ganó contra los Súper PAC, sino que porque supo hacer un uso más eficiente y estratégicamente correcto de éstos para derrotar la abrumadora inversión de los adversarios. En todo caso, fue poder económico contra poder económico y atrás de cada candidato se alinearon enormes intereses económicos que apostaron para preservar o incrementar sus privilegios.
Es indudable que el modelo democrático de Estados Unidos corre enormes riesgos porque el voto es condicionado, como nunca, por los grandes intereses económicos que no invierten por gusto ni por filantropía sino porque le sacan raja a sus inversiones, igual que aquí. A ello se suma la astucia de algunos legisladores que han reorganizado al país en sus distritos electorales para crear verdaderos reductos del conservadurismo, lo que se tradujo en las últimas elecciones en que la derrota republicana no se reflejara en la Cámara de Representantes, donde mantienen la mayoría suficiente para entrampar cualquier agenda de gobierno.
Y los académicos empiezan a darse cuenta de que la crisis pasará facturas a lo mejor impagables a la que aún pregona de ser la mayor democracia del mundo, puesto que democracia secuestrada por el dinero deja de ser democracia y se prostituye al ponerse al servicio de los grandes capitales. Aquella vieja idea de gobiernos por el pueblo, para el pueblo y del pueblo, se desvanece en el ruido que hacen los treinta denarios al ir cayendo en la canasta de recolección de fondos para las campañas políticas, porque los gobiernos que resultan de esas elecciones son de los financistas, para los financistas y por los financistas.
Estados Unidos puede emprender un proceso de reforma de su sistema gracias a este debate de intelectuales. En Guatemala, desafortunadamente, el debate ha sido prolijo, abundante y contundente, pero la opinión pública no se inmuta ni siquiera viendo cómo cada gobierno que llega es más voraz que el que se fue, precisamente porque tiene que cumplir con el pago de facturas que nos cuestan, como país y como Estado, un ojo de la cara. Pero si el que nació para maceta no pasa del corredor, como decía Abdón, el que nació con sangre de horchata nunca tendrá un aire con remolino.
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