Obviamente es más fácil apelar al miedo al otro, que es lo que últimamente han resucitado del pasado los populistas de derecha extrema a sabiendas de que la memoria histórica tiende a ser muy corta y de que la mayoría de los ciudadanos reaccionan emotivamente y no razonan frente a argumentos sin fundamentos.
Pero al presidente le está saliendo el tiro por la culata. Así como en Guatemala hace dos años con el famoso caso La Línea, aquí también se está llevando a cabo una investigación que, de prosperar, podría poner al descubierto acciones criminales de personas muy cercanas a la Casa Blanca durante la pasada campaña electoral, incluyendo al mismo presidente. Existen indicios de una posible injerencia del Gobierno ruso para apoyar la campaña republicana y al billonario empresario, algo respecto a lo cual las agencias de inteligencia de los Estados Unidos concuerdan en que constituyó una amenaza real a las instituciones electorales en 2016.
Cuando el cuadragésimo quinto presidente (a todas luces incompetente para gobernar un país, especialmente este país) ganó las elecciones en noviembre, un par de amigos me dijeron que podía estar tranquila porque las instituciones son fuertes en los Estados Unidos. He permanecido muy escéptica hasta ahora, sobre todo con los conflictos de interés de su familia, que pululan al derecho y al revés, y con los exorbitantes gastos de seguridad que se desembolsan para que pase fines de semana en una de sus propiedades de la Florida, donde le da por revelar indiscretamente información confidencial a sus huéspedes. Aparte de las reacciones de indignación por parte de periodistas serios y de ciudadanos preocupados con estos signos de nepotismo y cleptocracia, esta administración continúa su curso como si nada, tratando de desmantelar bienes públicos o de desregular medidas ambientales con serias implicaciones para el planeta.
Pero el reciente despido de James Comey, el número uno de la Agencia Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), puede marcar una prueba determinante para la democracia y las instituciones estadounidenses desde que Richard Nixon se viera forzado a renunciar a la presidencia después del famoso caso Watergate. Por lo general, el director del FBI es nombrado para un período de cinco años (y para un máximo de diez) con el fin de preservar la independencia y la continuidad en esta oficina sin importar el partido que llegue al poder. El despido abrupto de Comey en medio de una investigación al señor presidente y a su séquito (entre ellos el exconsejero de seguridad nacional y cabildero para intereses rusos Michael Flynn) pone en entredicho no solo la integridad y la legitimidad del sistema electoral, sino también las del mandatario.
Un primer paso positivo es que el Departamento de Justicia ha nombrado al exdirector del FBI Robert Mueller consejero especial para iniciar una investigación criminal sobre estas acusaciones. Si bien Mueller goza de muy buena reputación en su campo, hay quienes quisieran mayor independencia de la administración actual, dada la serie de tropezones en los que ha incurrido en los últimos meses y que le restan credibilidad. Una comisión más independiente, como la encargada de investigar los atentados del 11 de septiembre, podría brindar mayor luz no solo sobre las acusaciones contra consejeros cercanos al presidente, sino ante todo sobre la solidez y la impenetrabilidad del sistema electoral estadounidense y sobre las amenazas de interferencia internacional en el poder ejecutivo. De repente hay que poner muros, pero en otros sitios.
Todavía es muy temprano para especular qué resultados arrojará la investigación de Mueller o si el Congreso de los Estados Unidos dará un paso más valiente y nombrará una comisión independiente para ir al fondo del asunto. Sabremos que los republicanos son eso que dicen ser y defienden la república y ese Estado de derecho del que tanto alardean cuando nombren un ente independiente para continuar investigando sin miedo a repercusiones por falta de lealtad al presidente. ¿O seguirán empecinados en jugar a la ruleta rusa y en poner en riesgo los cimientos de sus instituciones?
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