Porque el poco respeto y la mínima credibilidad que España había podido acumular tras el desolador paso de Zapatero por La Moncloa y los seis meses de errático gobierno popular, se han ido al garete en los pocos minutos que duró la intervención de Mariano Rajoy este domingo, que se produjo con el supuesto fin de explicar a todos los ciudadanos los detalles del rescate con claridad.
Nada más lejos de la realidad. Porque el acto, más que una rueda de prensa solemne, realista y aglutinadora fue un despropósito surrealista, una broma casi macabra o de mal gusto o, puestos a ajustarnos a los hechos, un insulto a la inteligencia y una ofensa a la verdad.
Por ejemplo, Rajoy no admitió (ni lo hace a día de hoy) que, si bien dirigido a la banca, estamos ante un rescate en toda regla y con todas las letras. Para colmo, tuvo la desfachatez de esquivar el asunto denominándolo de dos formas burdamente falaces: línea de crédito y, lo más indignante, "lo de ayer".
Eso por no hablar de que, según él, el préstamo no tendrá condicionalidad macroeconómica alguna, cuando es evidente que es imposible que sea así. De hecho, todos los actores políticos y económicos que desde la reunión de urgencia del eurogrupo del sábado en la que se decidió el rescate se han pronunciado, Merkel incluida, lo han hecho en el sentido contrario al suyo.
Lo insólito es que Rajoy se ha pasado las últimas semanas jurando y perjurando que España no necesitará rescates de ningún tipo. Sin embargo, una vez confirmada la fatal noticia, la enorme inyección de capital en la banca, algo que, lógicamente, los gobiernos tratan de evitar a toda costa dados los grandes perjuicios que a nivel financiero y político acarrea a los países, nuestro presidente ha vendido este mal trago (evidentemente grave pero a todas luces necesario) como una victoria personal, algo positivo y lleno de ventajas. Pero, sobre todo, como algo por lo que él había presionado duramente para conseguir.
Pero nadie se creyó semejantes afirmaciones. Y, al día siguiente, el propio Durao Barroso aseguró en la prensa norteamericana que había sido Rajoy quien se había estado oponiendo al rescate bancario, hasta que él mismo logró convencerle de que lo aceptara porque era una medida imprescindible.
Lo trágico es que, lejos de aplacar la incertidumbre y calmar a los mercados, el rescate financiero y la forma de envolverlo en palabras huecas por parte del Ejecutivo, han desatado serios inconvenientes para este país. La prima de riesgo no ha menguado su fatal ascenso. Y el interés del bono a diez años ha alcanzado niveles cercanos al siete por ciento, el mismo en el que otros países fueron rescatados para evitar su hundimiento.
Muchos ya ven posible que dentro de no demasiado tiempo se produzca una ampliación del fondo destinado para salvar a los bancos, que actualmente asciende a cien mil millones de euros. Algunos, incluso, ven factible el rescate de España como país, aunque este pueda producirse de forma soterrada.
Por si esto fuera poco, Rajoy pensó que, con lo que se le venía encima al país que él preside, era una buena idea desplazarse a Polonia a ver el primer partido de la selección en la Eurocopa el domingo por la tarde. Y, no contento con eso, celebró como un aficionado más el gol del equipo, alzando los brazos olvidando que representaba a todo un país, deprimido e insultado, en el palco de autoridades.
Desde luego, el viaje al partido de fútbol del Presidente es tan poco ejemplar como el que hizo el Rey a África para cazar elefantes. Y su rueda de prensa en particular y la política de comunicación gubernamental en general, son la prueba de su inconsciencia, su inconsistencia, su superficialidad, su arrogancia, su ineptitud, su ineficacia y su necedad como mandatario.
Más de este autor