Los ODS constituyen, en alguna medida, la continuación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) —pactados en 1990 y cuyas metas no han sido conseguidas en su totalidad, pero que sí lograron posicionar los temas en las agendas públicas nacionales e internacionales?. Asimismo, a los aspectos sociales y económicos de los ODM ahora se agrega con mayor énfasis una dimensión ambiental y se apuntalan los esfuerzos para lograr la igualdad de género.
El ODS 8 busca «promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, y el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos». Destaca dentro de este objetivo la promoción de políticas que apoyen actividades productivas, la creación de empleo decente, el emprendimiento, la creatividad y la innovación. Resalta también la necesidad de lograr niveles más elevados de productividad como resultado de la transformación productiva.
Alcanzar el pleno empleo en 2030 constituye una de las metas más ambiciosas en este objetivo, al igual que garantizar un trabajo decente para todos los hombres, mujeres, jóvenes y personas con discapacidad, asegurando también la igualdad de remuneración. Por la integralidad de las diferentes acciones, se plantea también la protección de los derechos laborales, la erradicación del trabajo forzoso, poner fin a las formas modernas de esclavitud y asegurar la eliminación del trabajo infantil a más tardar en 2025.
Para Guatemala, el logro del ODS 8 significará un esfuerzo muy importante, que pasa por la formalización del trabajo, el cumplimiento de derechos laborales —incluido el derecho a la seguridad social— y la protección de los niños y adolescentes trabajadores para que sean integrados a renovados sistemas de protección social y de educación que deben aumentar su calidad y cobertura. En lo económico toca emprender esfuerzos para incentivar la transformación productiva, diversificar la producción de bienes y servicios, fortalecer el mercado doméstico, aumentar el poder adquisitivo de los salarios y lograr la inclusión igualitaria de las mujeres en la economía, en un contexto que asegure la inclusión de la visión de los pueblos indígenas y el respeto del medio ambiente.
Con un 70 % de la población económicamente activa trabajando en la informalidad legal y en empleos con baja capacidad de innovación tecnológica, con más de 900 000 niños trabajadores y más de 1 000 000 de adolescentes fuera de la escuela, con la mayoría de salarios promedio que no superan el costo de la canasta básica vital, con enormes desigualdades en el acceso al empleo de mujeres, jóvenes e indígenas, no podemos dejar pasar ni un día en la búsqueda de un pacto social en el que pongamos el trabajo en el centro de la discusión económica.
El ODS 8 nos llama a comprender que el trabajo debe fomentarse y que sus frutos deben repartirse democráticamente entre todos los miembros de la sociedad local, nacional y mundial. También nos convoca a entender que la actividad creadora de la labor humana debe ser compatible y respetuosa con los tiempos y límites del trabajo de la naturaleza.
¿Podemos cambiar el mundo —y Guatemala—? Es la gran pregunta que debemos hacernos en el contexto actual, marcado por incertidumbres económicas y políticas. La respuesta es sí. Pero estamos obligados a asumir nuevos compromisos, desde lo público y lo privado, para lograr, mediante el trabajo, la transformación productiva, la sostenibilidad ambiental, la construcción de la igualdad y la garantía de la diversidad cultural, elementos esenciales para el desarrollo y la democracia.
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