El primer descubrimiento, que en la práctica invalida el denunciado fraude, es que las mismas encuestadoras que hace un año vaticinaban una fuerte disputa le dan ahora al MAS casi las mismas cantidades de intención de voto que las obtenidas en la elección acusada de fraudulenta. El estudio demoscópico de la empresa Ciesmori muestra a Arce, el candidato presidencial del MAS, con el 42.2 % de intención de votos, en tanto Mesa apenas si arrastra a un 33.1 % a pesar de que los otros baluartes de la derecha dispusieron dejarle libre el camino. El margen de error es de ±1.75, lo que permite suponer que podría llegar a producirse un triunfo en el primer turno, de nuevo por una apretada diferencia, ya que, según la legislación electoral boliviana, si el primer lugar saca más del 40 % de los votos y supera al segundo por al menos el 10 %, se le declara ganador.
El panorama, pues, no es triunfalista para las derechas, por lo que desde la semana pasada han comenzado a apostar a un segundo turno, dado que el líder santacruceño Luis Fernando Camacho no solo no se retiró de la contienda, sino que la misma encuesta le da 16.7 % de intención de voto. Camacho es aquel que se hizo famoso por liderar bloqueos de carreteras contra el supuesto fraude, con lo cual levantó el apoyo de los sectores más conservadores y racistas de Santa Cruz, uno de los departamentos más ricos del país.
De esa cuenta, las penas y los dolores de los golpistas no se calman con conseguir que Mesa pase al segundo turno, pues, si bien esas mismas encuestas lo dan por ganador en el balotaje, este no está del todo asegurado si se tiene en cuenta que, sin la participación del díscolo Camacho, si bien Arce retrocedería al 38.8 % en su intenciones de voto, Mesa subiría al 41.4 % mientras un 10.1 % no habría decidido su voto y un 6.9 % votaría blanco o nulo.
La prisa de la OEA por descalificar las elecciones pasadas, intento final por sacar a Evo Morales y al MAS del poder, ha sumido a Bolivia en una espiral de desaciertos y de burdos actos de corrupción, los cuales no alcanzan la difusión necesaria porque los medios de comunicación, vergonzosamente, los callan. Y por si esto fuera poco, la incapacidad administrativa y los intereses particulares han llevado a que el país sea uno de los que más esté sufriendo por la pandemia del coronavirus. Con 713 fallecidos por millón de habitantes, es ya el quinto país del mundo con los más altos índices de fallecimientos y en América Latina está solo por debajo de Perú, que ya rebasa el millar (1,012), y de Brasil (713).
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Los bolivianos, en particular los de las montañas y los sectores populares, esos que actualmente sufren más con la pandemia, mantienen, en consecuencia, su identificación con el partido que sacó a grandes sectores del país de la pobreza extrema, que amplió de manera significativa la cobertura educativa y de salud. Son esos habitantes de lugares apartados, cuyos votos, al llegar de último a los centros de cómputo, fueron calificados de fraudulentos, los que ahora sí temen que su opinión no sea considerada. Las autoridades electorales están ahora en manos de los sectores contrarios al MAS, que son tan pero tan democráticos que quieren eliminar dicho partido del mapa político del país y consideran que los indígenas no saben votar porque eligen a este.
La OEA ha defendido a capa y espada su supuesto informe, elaborado a mil por hora por Irfan Nooruddin, profesor de la universidad de Georgetown, a partir del cual ha insistido en que las autoridades electorales bolivianas, en octubre de 2019, hicieron fraude al dar las cifras finales, que declaraban ganador a Evo Morales por décimas de puntos. Sin embargo, este académico supuestamente riguroso no quiso proporcionar detalles ni compartió su método de análisis, mucho menos sus datos, con ningún otro investigador, hecho que denunciaron los investigadores independientes que a pedido del New York Times elaboraron un nuevo análisis de los datos electorales y llegaron a la conclusión de que «el análisis de la Organización de los Estados Americanos era deficiente».
Estos investigadores afirmaron: «Examinamos detenidamente la evidencia estadística de la OEA y hallamos problemas con sus métodos […] Una vez que corregimos esos problemas, los resultados de la OEA desaparecen sin dejar evidencia estadística de fraude». El estudio, de 47 páginas y publicado el 1 de julio de este año, fue realizado por Francisco Rodríguez, de la universidad de Tulane; Dorothy Kronick, de la Universidad de Pensilvania, y Nicolás Idrobo, estudiante de doctorado de la misma universidad y coautor de un libro de texto sobre métodos estadísticos avanzados.
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Nada de eso dijeron los grandes medios, mucho menos la prensa guatemalteca y centroamericana, pues el pacto mediático internacional es acallar cualquier crítica a la abusiva, autoritaria y falsa opinión del secretario general de la OEA, que ha hecho hasta lo indecible con tal de contar con el apoyo estadounidense para obtener su reelección.
El gobierno de Evo Morales era una piedra en el zapato de la supuesta unanimidad latinoamericana, que obedece sin chistar los designios estadounidenses y que no perdona que las explotaciones de litio no estén en manos de empresas establecidas en sus Estados, como tampoco que su extracción y su manejo sean propiedad de los bolivianos. De ahí que, aun ahora, medios y organismos internacionales se esfuercen por conseguir que los electores favorezcan a Carlos Mesa, su ungido candidato.
El riesgo de un fraude sí ronda ahora por los centros de recepción y procesamiento de datos, pues, si bien el MAS ha demostrado ser ya un partido de masas con una disposición clara a defender cada voto, la distancia y el uso de las fuerzas armadas para sofocar cualquier protesta hacen pensar que los golpistas están dispuestos a todo con tal de no perder el control del Estado.
Habrá, eso sí, un ejército de observadores, lo que deja sin argumentos a la Unión Europea y a sus líderes antichavistas, que se oponen a las elecciones venezolanas de diciembre porque, dicen, no se puede realizar una observación adecuada. Si eso es cierto, ¿por qué sí consideran realizables las elecciones en Bolivia y Estados Unidos, así como el plebiscito de la próxima semana en Chile?
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